domingo, 19 de marzo de 2023

Otra forma de explicarlo.


Yo era pequeño y observaba.

No entendía mucho, pero observaba.

Un vecino gimnasta hacía ejercicio en una plaza, cerca de casa.

Lo hacía temprano, apenas amanecía, para que nadie se burlara.

Y es que, en ese entonces, prácticamente todo era cuestión de burla.

Yo mismo, debo reconocerlo, lo observaba en parte para experimentar aquello.

Probar esa alegría, me refiero, que veía en los otros al reír hablando de aquel hombre.

Aún así, debo reconocer que mi forma de observar no me conducía a la alegría.

O no de forma inmediata, al menos.

Era más bien un proceso analítico que, de ser exitoso, recién me acercaba a algún tipo de emoción.

Fue así que, mientras observaba, me dije en principio que aquello era un salto mortal hacia atrás.

O una seguidilla de saltos mortales hacia atrás, más bien.

Mientras el hombre ensayaba, recuerdo que yo incluso dibujaba algunos movimientos, en un cuaderno.

Fue así que descubrí algo interesante.

Y es que en principio, es cierto que aquello parecía una seguidilla de saltos para atrás, pero luego, en algún momento, probablemente cuando estaba en el aire, se producía un giro que lo hacía caer mirando hacia adelante, como si ese retroceso hubiese sido una treta para avanzar sin que los demás lo notaran, y pudiese entonces engañarlos de esa forma.

Recuerdo que eso fue lo que me asombró, en aquel instante.

Y admiré, de forma secreta, aquella técnica que con el tiempo incorporé.

Sin saltos, por supuesto.

También sin aspavientos y sin malas intenciones.

No hay -se los aseguro-, otra forma de explicarlo.

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