lunes, 6 de marzo de 2023

De una cebolla, probablemente.


No sé bien de qué hablaba.

De una cebolla, probablemente.

Esa era al menos la palabra que más repetía.

Una y otra vez la decía, en medio de otras frases que no lograba comprender.

Se veía inquieta.

Molesta.

Parecía defenderse de una acusación.

Todo ocurrió en un parque.

Ella y él estaban ahí, desde hacía rato.

No pude ver bien al tipo, pero al menos ella parecía extranjera.

En parte por su apariencia.

Y también porque no pronunciaba bien el español.

El hombre que discutía con ella no hablaba mucho.

De hecho, “no es suficiente”, fue la única frase que le escuché decir.

Tres o cuatro veces se la escuché.

Después de decirla una última vez el hombre se marchó.

Ella se quedó ahí, simplemente.

No intentó seguirlo ni pareció inquietarse más.

Incluso me pareció que se relajó rápidamente.

Tras acercarme unos pasos, sorpresivamente, la escuché reír.

Su risa era contagiosa.

Como reí ella volteó y me vio.

Yo también soy rusa, me dijo.

No entendí.

Entonces ella apuntó al libro que llevaba en una de mis manos.

Era uno de Bulgakov.

¿Me estaba escuchando antes?, preguntó entonces.

Yo pensé negarlo, pero finalmente le dije que sí.

De todas formas no entendí mucho, comenté.

¿Qué entendió?, preguntó ahora.

Solo algo de una cebolla y que él decía que no era suficiente, confesé.

Ella se quedó en silencio un rato.

Una vez regalé una cebolla, dijo entonces. Nunca he regalado nada más.

Me miraba fijamente mientras decía esto.

Yo también lo hacía, pero lo cierto es que no sabía qué contestar.

Por un momento pensé que tal vez no entendía qué significaba la palabra cebolla y que en realidad estaba hablando de algo más.

Sé lo que es una cebolla, dijo ella en ese instante, como si leyese mis pensamientos.

Yo sonreí.

Y sé también cuál de los tres eres, agregó.

Como me vio confundido se acercó hasta mí y dijo un nombre, en voz baja.

Juro que me pareció, en ese momento, que ese nombre era el mío.

Ella rio, al ver mi sorpresa.

Yo la observé reír.

Su risa, ahora, ya no me parecía contagiosa.

Creo que me confunde usted con alguien, le dije entonces, antes de alejarme del lugar.

Mientras lo hacía, ella rio más fuerte.

Finalmente, tras un par de minutos, la comencé a olvidar.

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