miércoles, 15 de marzo de 2023

Perros de cartón.


Cortamos perros, en cartón.

Muchos perros de cartón.

O siluetas de perros, más bien.

Supongo que se entiende.

El cartón del que cortamos era rígido y bastante grueso.

Habíamos hecho moldes previamente, por lo que los perros resultaban uniformes.

Varios tipos de perros, me refiero, pero cada uno de esos tipos con una misma silueta.

Doce tipos de perros, para ser exacto, y doce perros por cada tipo.

Ciento cuarenta y cuatro perros de cartón, entonces.

Así, todo salió bien hasta que llegamos al final de la labor.

Lamentablemente, cuando cortábamos el último perro ocurrió un accidente.

M., uno de los que cortaba, rebanó parte de uno de sus dedos y sangró profusamente.

Su sangre, manchó el cartón donde aún no terminaba de cortar esa última figura.

Bromeamos en principio, pero como no dejaba de sangrar y el corte no era menor, dos de nosotros lo llevaron de urgencias para que fuese atendido.

Como éramos cuatro, en principio, yo me quedé a solas con los perros de cartón.

Y claro, también con el perro de cartón a medio terminar, que estaba teñido por la sangre de M.

Extrañamente, tras agrupar los perros terminados comprobé que había exactamente doce de cada tipo y que no faltaba ninguno.

Extrañado, observé la figura del perro que había intentado cortar M.

Era un perro, sin duda, pero su forma no coincidía con ninguna de la de los otros que habíamos cortado.

Mientras lo observaba, me llamaron desde urgencias, para contarme que M. ya había sido atendido, pero que lo habían dejado en observación pues tenía fiebre y al parecer algún tipo de infección, que querían investigar.

Los dos que lo llevaron bromearon incluso pues descubrieron que en la ficha médica de M. se señalaba que la herida se debía a la mordedura de un perro.

Finalmente, tras terminar la conversación, me acerqué hasta la figura que supuestamente había mordido a M., para concluir su labor.

Esta vez, sin embargo, me aseguraría de cortarla en trozos, para mayor seguridad.

Como el cartón todavía estaba húmedo, al presionar, tuve la sensación de que cortaba carne.

Juro que no escuché, sin embargo, ningún grito al deslizar el cuchillo.

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