viernes, 3 de marzo de 2023

La aldea vacía.


La Aldea Vacía es una más de las que están en aquella región.

Debe haber al menos doce.

Solo se diferencia de las otras, como su nombre lo indica, porque está vacía.

En todo lo demás, es prácticamente igual a las restantes.

Alrededor de cien casas, hay en el lugar.

También una iglesia a medio terminar, hecha de madera.

Por último, unas cuantas calles y pequeños locales junto a una plaza central.

Todo abandonado, por supuesto.

Eso es lo que hay en la Aldea Vacía.

Yo llegué hasta ella atraído por el nombre, en un principio.

Ya en el lugar, sin embargo, descubrí que aquel nombre no era del todo exacto.

Así aparecía en el mapa, por supuesto, pero ocurrió que en ella encontré viviendo al menos a dos personas.

Digo al menos, porque ellas me hablaron de una tercera, pero lo cierto es que no logré verla mientras estuve ahí.

Las dos que vi decían ser hermanas, aunque por la diferencia de edad sospeché que no era cierto.

Por la apariencia, al menos, una podría haber sido incluso la nieta de la otra.

Vivían en una de las casas más alejadas del centro de la aldea.

Según contaron, habían vivido ahí durante toda su vida.

Incluso cuando estaba llena de habitantes se llamaba Aldea Vacía, me cuenta una de las mujeres.

Con los años, poco a poco, la gente comenzó a irse del lugar, agrega la otra, como si el nombre hubiese sido una maldición, desde un principio.

Dejé que me contaran un poco más sobre el lugar mientras buscaba la forma de preguntarles por qué se habían quedado ahí, sin ofenderlas.

Finalmente lo hice.

No parecieron ofenderse.

Irnos había sido hacerle caso al nombre, dijo una.

Al final uno pierde cuando piensa que el nombre que le dieron es lo que uno es, explicó la otra.

Yo asentí, mientras asimilaba lo que decían.

Fue entonces que me hablaron de la tercera hermana.

A veces no la veían durante días, me contaron, así que resultaba razonable no encontrarla.

De esta forma, seguimos conversando hasta que llegó la noche.

Se despidieron para ir a dormir y me recomendaron hacerlo en una casa vecina, abandonada, que al parecer tenía una cama en buenas condiciones.

Me quedé ahí, finalmente, aunque no conseguí dormir.

Por la mañana, apenas amaneció, me fui de la Aldea Vacía.

Es prácticamente igual, concluí, que todas las otras aldeas.

Prácticamente igual, repetí.

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