domingo, 6 de junio de 2021

Extraña.


Una realidad extraña.

Ajena incluso, si se quiere.

Sin dimensiones precisas.

Difusa…

No sé bien cómo explicarlo.

Un sitio así se hace necesario.

O al menos a mí, se me hace necesario.

Un lugar en el que vivir de otra manera.

Con otras reglas.

Como al interior de un cuento, digamos.

Sí, tal vez sea eso.

Un cuento, por ejemplo, de un perro.

Sí… de un perro que escondió sus propios huesos.

Un cuento lleno de lugares comunes, pero con un orden y un propósito distinto.

Una historia tan absurda como sencilla.

Y tan honesta, también, si se puede, como resultado de esas últimas dos características.

Una realidad extraña, decía.

Sí… extraña, ajena, pero por sobre todo otra.

No perfecta.

No mágica.

No maravillosa.

Pero imperiosamente otra.

Otra realidad no digo para quedarme ahí.

Ni para huir, de cierta forma, buscando algún refugio.

Yo hablo simplemente de un lugar propicio.

Propicio para enterrar, sin dramas, algo que me es propio.

Igualito que el perro, que ponía a enterrar sus propios huesos.

De ahí el ejemplo, por cierto.

El extraño ejemplo.

Y de ahí también el final abrupto.

Este final abrupto.

Abrupto, absurdo, pero también sencillo, a fin de cuentas.

O algo así.

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