domingo, 27 de junio de 2021

Escribimos en el agua.


I.

Escribimos en el agua para no dejar huellas.

Una y otra vez hasta estar seguros de qué decir.

Luego seguimos en el agua hasta saber a quién decirlo.

Recién entonces alguien, si hay suerte, dirige nuestros pasos.


II.

No es así.

Salimos del agua y volvemos a ella.

Confusos, regresamos; a buscar nombres y palabras olvidadas.

A recordar el qué, el quién y el para qué.

Nos sumergimos, por cierto, buscando el para qué.

Pero nada encontramos bajo el agua.


III.

Confíen en mí.

Supongan por un momento que no exagero.

Que avanzamos por el agua empujando cuerpos, que flotan en la superficie.

Y que tenemos la sabiduría necesaria para, al menos, buscar en el lugar correcto.

Confíen en mí.

No son nuestros muertos los que flotan en el agua.


IV.

Aprendan a esperar.

Tarde o temprano será cierto.

El nombre encontrará a su dueño.

La mentira llegará a la costa, pasando en un instante a ser verdad.

Esperen con fe.

Lo que se escribió en el agua devendrá en tormenta.


V.

Recuérdenlo bien.

Para no dejar huellas, es que escribimos en el agua.

Para no errar y desandar entonces el camino.

Allá ustedes si prefieren avanzar a ciegas.

O si juegan a nombrar el mundo con signos equivocados.

Ya vendrá el tiempo en que deberán cargar sus muertos.

El agua está calma únicamente, porque sus corazones están tibios.

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