sábado, 12 de junio de 2021

Ella cree en lo que no cree.


Ella cree en lo que no cree.

O quiere creer, más bien, en todo aquello.

Sabe que el problema es otro, aunque no lo diga.

Y yo la observa por ahí, andar con energía, con un poco de afecto.

Y un poco de admiración.


Supongo que me ocurre así porque soy de otra forma.

Porque no creo en lo que creo, a diferencia suya.

Así que se lo digo en broma, para que parezca trabalenguas.

Y es que ella sabe que yo sé, que ella cree en lo que no cree.

Y se avergüenza, aunque no quiera.


Si pudiera hablarle directamente.

O si me decidiera a hacerlo, más bien.

Le diría de inmediato que no tiene de que avergonzarse.

Que admiro ante todo su energía y sus ganas de vivir, como cree correcto.

O como le dijeron, más bien, que era correcto.


Ese es en parte el gran problema, le diría.

No porque sea realmente un “gran problema”, pero sí para poder diferenciar.

Y es que los pequeños problemas, ella no los llama de esa forma.

Y prefiere ponerles nombres simpáticos y usar diminutivos.

Este en cambio, va a tener que llamarlo por su nombre.

Si quiere, al menos, cambiar la situación.


Si esta fuera una canción, este probablemente, sería el momento del coro.

Pero resulta que no es una canción.

Puedes darle un ritmo si gustas e incluso puedes olvidarla.

Pero tú sabes que es cierto, lo que digo.

Y sabes que entiendes, aunque elijas no entender.


Si esta fuera una canción, este probablemente, sería el momento del coro.

Pero resulta que no es una canción.

Puedes darle un ritmo si gustas e incluso puedes olvidarla.

Pero tú sabes que es cierto, lo que digo.

Y sabes que entiendes, aunque elijas no entender.

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