viernes, 25 de junio de 2021

Dicen que me repito.


Algunos amigos dicen que me repito. Que me he acostumbrado a hablar sobre cosas que no entiendo. Me lo dicen, sin mala intención, por supuesto, “observando algo, simplemente” según sus palabras.

La observación es cierta, por supuesto. Pero no porque elija estos temas o fenómenos particulares de difícil comprensión, sino por algo mucho más sencillo: he dejado de entender lo poco que antes entendía.

No se los digo tan brusco, por supuesto. O intento al menos, no hacerlo. Lo evito pues dicho así parece una confesión que me mostraría débil ante los otros o en un estado que erróneamente podría preocuparlos.

¿Qué es lo que ocurre, entonces? ¿Entiendo las causas, al menos? Pues lo cierto es que sí. La verdad es que comprendo -o creo comprender, en el peor de los casos-, aquello que ocurre, y hasta podría decir que es decisión propia.

¿Cuál es esa decisión? Sencillo: Elijo no entender. No me hago preguntas que apunten a aclarar el funcionamiento de aquello que me rodea. Ni siquiera de aquello que yo soy.

No es que no me haga preguntas, sin embargo, solo que mis cuestionamientos apuntan más bien a desmontar partes. A desarmar circuitos. A desarmar un motor cuyas piezas observo, simplemente, sin intención de rearmar.

¿Es bueno o malo todo esto? ¿Es un momento de un proceso en el que todo cobra un nuevo sentido o es un desarme, sin más? Admito que no lo sé. Y aclaro, de paso, que no me interesa saberlo.

Algunos amigos dicen que me repito.

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