sábado, 24 de abril de 2021

Una lista.


Me entregó una lista.

Eran varias páginas de nombres y apellidos.

Estaban ordenados alfabéticamente, como ocurre con todas las listas.

Como parecía algo importante puse atención al listado.

No tenía título ni información alguna que permitiera comprender de qué se trataba todo aquello.

Solo nombres, digamos, ordenados alfabéticamente.

Cientos de nombres.

¿Ves algo?, me preguntó.

Veo nombres, dije yo.

Como se quedó en silencio seguí mirando la lista.

Fijándome si había algún nombre conocido o algo mal escrito o mal ordenado, pero lo cierto es que no encontraba nada.

Un par de minutos después me rendí y reconocí que no encontraba nada, salvo nombres.

Son nombres de asesinos, dijo entonces.

Ya, dije yo, por decir algo.

Tengo varias listas, agregó. Todas se parecen, hileras e hileras de nombres distribuidos en las hojas. Pero claro… no todas son de asesinos.

Ya, volví a decir, por decir algo.

Me refiero a que es extraño… siguió. Si te muestro otras hojas con los nombres de las víctimas, podrías notar la diferencia.

¿Qué diferencia?, pregunté.

Te pregunto si podrías identificar cuál es la lista de asesinos y cuál es la de víctimas, me explicó. Sin saber nada antes, por supuesto.

Yo negué con un movimiento de cabeza.

¿Y no encuentras eso extraño?, volvió a preguntar.

Y claro, yo iba a contestar, pero justo entonces sonó un disparo.

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