miércoles, 28 de abril de 2021

No supe por qué.


Como era pequeño no entendí porqué le disparaban al caballo. Tampoco nadie me lo explicó. Solo vi la acción y se me grabó para siempre en la memoria. Podría describirla, si quisiera, con lujo de detalles. Recuerdo los ojos del caballo y el rostro de la persona que disparó. Puedo sentir incluso el aroma del humo y de la sangre brotando del animal. Lo demás, sin embargo, no vale la pena describirlo. Y es que todo lo demás ocurrió de igual forma como si no hubiesen dado muerte a un caballo. Es difícil de explicar, pero eso fue lo que realmente me asombró. Que el ritmo del mundo no se alterara en lo más mínimo luego que le disparasen al caballo. Que solo hiciesen una pausa por el estruendo y luego todo siguiera de igual forma. A mí, por ejemplo, me preguntaron sobre el colegio y me compraron un sándwich y un jugo. Además, de regreso a casa, me hablaron de muchas cosas salvo del caballo al que le habían disparado. Tan extraño me resultó aquello que dudé, con el tiempo, si realmente le habían disparado al caballo. Y es que no me atreví nunca a preguntarles, pues los sentía cómplices de aquello y preguntarles hubiese sido similar a culparlos, a fin de cuentas. Disculpen que no sepa más sobre el asunto. Más certezas, me refiero. Pero nunca supe por qué, si soy sincero. Nadie me lo explicó.

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