viernes, 9 de abril de 2021

Gasto.


M guardaba las boletas para rendir gastos.

A veces, si podía, conseguía incluso más boletas.

Andaba siempre con un cuaderno, en el que las guardaba y mantenía en orden, con algunos apuntes sobre el lugar y circunstancias.

Yo no sabía bien de qué trataba todo eso, pero observaba su cuaderno cuando venía a casa.

Parecía una colección extraña, tras cuyas cifras y datos se escondían una serie de experiencias que me gustaba imaginar.

Como mi familia no tenía dinero en ese entonces las cifras me parecían altas.

Y yo, por supuesto, imaginaba que M -mi tío-, era una persona de gran importancia.

Aunque me costaba entender, según recuerdo, el sistema que existía para rendir gastos.

Con esto, no intento hablar del proceso específico, sino a la lógica que existía tras todo aquello.

Que existiese alguien, me refiero, con quien me comunicara a través de cifras, para que reintegrara aquello que había debido gastar.

Además, pensaba, si reintegraba todo aquello que gastaba, era como si de cierta forma se anularan las experiencias.

Volviese el tiempo atrás -en cuanto a gasto-, y todo volviese siempre a un status quo, en el que uno envejece igualmente, pero retrocedemos los pasos, que hemos conseguido avanzar.

Viéndolo ahora, por supuesto -o escribiéndolo más bien-, reconozco que suena absurdo, pero al menos en ese entonces me preocupaba por la forma adecuada de gastar la vida.

Con el tiempo, digamos, las preocupaciones fueron cambiando y transformándose en otras.

Y las cifras y el gasto y la rendición de cuentas, entonces, se transformaron en acciones diversas.

Que no siempre consigo descifrar.

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