sábado, 10 de abril de 2021

Sin sangre.


Me dijo que, exclusivamente a base de concentración, podía detener su flujo sanguíneo en la zona que él quisiera.

No le creí, por supuesto.

Intenté entonces hablar de otra cosa, pero él parecía ofendido.

Observa, me dijo, con expresión molesta.

Dobló una manga de su camisa y la subió por sobre el codo.

Luego puso el brazo sobre la mesa.

Yo seguí bebiendo mi cerveza sin mirarlo.

Luego de unos minutos, sin embargo, pude notar que su brazo se veía extraño.

Se veía más rígido.

Pálido en primer momento y ahora comenzaba a tomar un tono verdoso, e incluso oscuro.

Apoyé entonces mi mano en su antebrazo y noté que estaba frío.

Lo dejé sin sangre, comentó, mientras observaba.

Ya te había dicho que podía controlar aquello, agregó.

Yo asentí.

Un día exageré el tiempo sin sangre y casi perdí mis pulgares, comentó.

De hecho, ahora mismo no puedo moverlos.

Habrías tenido que hacerte unos falsos, como los pandas, señalé.

Él no lo entendió.

Había recogido su antebrazo y lo intentaba revivir frotándolo contra su cuerpo.

Parecía orgulloso de su talento.

Satisfecho.

Es como un torniquete mental, dijo entonces.

Puede ser, dije yo.

Terminé de tomarme la cerveza y no quise seguir con el asunto.

Él comenzó a contarle sobre aquello a una chica que se había acercado.

Finalmente, pensé en soltar una frase antes de irme del lugar, para darle un toque trascendente a esta historia.

Pero no lo hice.

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