sábado, 10 de octubre de 2020

Xocolatl.


La gente de la heladería me cuenta que ahora disponen de un total de 60 sabores. Lo hacen a través de un tríptico que llega junto al encargo que he realizado. Con la entrega, de hecho, han incluido una pequeña muestra de los últimos 12 sabores que incorporaron y me piden colaborar respondiendo una encuesta luego de probarlos. A mí, sin embargo, no me interesan sus nuevos sabores. Solo pago el desorbitante precio de sus productos por el especial de Chocolate Azteca, que suelo pedir cada cierto tiempo. Una mezcla extraña de chocolate amargo y especias picantes que se recomienda consumir en pequeñas cantidades. Tampoco me interesa, por cierto, hacer caso de esas recomendaciones. Como al comerlo pienso en el mundo azteca, suelo terminar leyendo, horas después, algún libro relacionado con el tema. Extrañamente, no recuerdo mucho lo que leo en esos libros, pero sí me queda el sabor del chocolate, que comprendo no tiene que ser necesariamente el que consumían ellos, por más que el producto destaque la presencia de cacao sobre el 85% y asegure que la preparación contiene los productos originales que estaban en la bebida (caliente eso sí) del propio Moctezuma. Por mi parte, sin reino, sin súbditos y sin la amenaza constante de otros que quieran atacar mis escasas posesiones, disfruto el producto lo más que puedo antes de tomar decisiones que suelen alterar bastante mi futuro. Hace años que prefiero no hablar de esas decisiones, directamente, en este espacio.

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