viernes, 16 de octubre de 2020

Un nombre, pero no una firma.



Tenía un nombre, pero no firma.

Ponga una mosca, le decían, una simple mosca ahí abajo.

Pero no solo no ponía ahí mosca alguna.

Hasta el nombre era algo que se negaba a escribir por sí mismo.

Un nombre no debe ser dicho ni escrito por su propio dueño, decía.

Tu nombre es para los otros, nada más.

Quien no lo conozca por tus actos no sabe nada de ti.

Y no te busca a ti realmente.


Cundo lo decía me pareció que estaba dando lecciones.

Nadie las seguía, por supuesto, pero eso es lo que suele ocurrir con las lecciones.

El resto del tiempo era, de cierta forma, como todos.

Me refiero a que todo aquel que lo viera andar, no sabía realmente nada suyo.

Todo normal hasta que alguien pretendía nombrarlo y no podía.

Y la pregunta iba de uno en otro y entonces descubrían que no sabían cómo nombrarlo.

Y entonces comenzaba el rumor, las historias…

El testimonio de aquellos que lo vieron negarse a firmar o a escribir su nombre.

En mi caso, conocí su nombre y pude llamarlo, aunque no lo hice.

Por eso afirmo que tenía un nombre, pero no una firma.

Y ustedes, no tendrán acceso a él, al menos por mi boca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales