viernes, 2 de octubre de 2020

Lo que dicen de ese pueblo.


Dicen que en ese pueblo
los gatos se han vuelto indiferentes,
duermen o caminan sin rumbo
mientras las ratas se cruzan con ellos
sin provocar en los felinos
reacción de ningún tipo
ni animosidad
ni instinto alguno.

Los perros de ese pueblo, por cierto,
tampoco lo hacen mejor,
ya no menean las colas,
tampoco persiguen a los gatos
ni se escuchan en el pueblo
sus carreras y ladridos.

Por esto, en gran medida,
más de la mitad del lugar
está cubierto
por animales echados sobre el piso,
que apenas se mueven unos pasos
si es que alguien los apremia.

Animales cada vez más flacos, ciertamente,
famélicos algunos
con los huesos asomándose
desde debajo de la carne.,
y ojos lechosos que no demuestran interés
de fijar la vista en ningún sitio.

Y es que todos, de alguna forma,
sufren de hambre en ese pueblo,
aunque parezcan no saberlo
y no importarles ese asunto;
o tal vez confunden ese sufrir,
sencillamente,
con cualquier otro dolor
y no perciben diferencias.

Ratas, en resumen,
gatos y perros cuyo hedor
comienza poco a poco
a apoderarse del lugar…
ese es el panorama.

O eso es, al menos,
lo que me dicen que ocurre
en ese pueblo.

¿Y los hombres? les pregunto,
cuando detienen su relato,
¿qué sucede con los hombres?

Ellos se miran y luego me hablan al unísono:
¿los hombres…?
mejor no hablemos de los hombres.


Eso es lo que me dicen.

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