I.
Me saqué yo mismo en el amigo secreto.
Me refiero, por supuesto, a que me pasaron el papel y estaba escrito mi
nombre.
Vian, decía el papel.
La ideal era devolverlo, por cierto.
Eso era lo ideal, decía, pero tras mirar a los otros decidí dejarme ese
papel.
No es que fuese culpa de los otros, pero sentí en ese instante, que ese
papel con mi nombre no les pertenecía.
Me lo guardé en el bolsillo y no dije nada.
Me alegré incluso, de cierta forma, y salí en busca del regalo.
II.
No sabía bien qué regalarme.
Las calles estaban llenas y apenas podía ver lo que ofrecían las
tiendas.
Con todo, no lograba sentir necesidad de nada.
Aunque claro, el calor y la multitud me invitaban a necesitar no estar
ahí.
Me demoré unas cuántas horas en darle importancia a esa necesidad.
Entonces lo hice y simplemente volví a casa.
Llené un vaso con agua y varios cubos de hielo.
Mientras lo tomaba pensaba que el vaso solo tenía agua.
¿Sabrá el agua que el hielo
también es agua?, me pregunté.
Entonces volví a mirar el papel con mi nombre.
III.
Cuando llegó el momento de la entrega de regalos yo me lo entregué a mí
mismo.
Primero pensaron que bromeaba, pero luego comprendieron que era así.
Alguno se molestó, pero creo que se dieron cuenta que no fue un acto en
contra de ellos.
Abrí el papel de regalo y adentro estaba únicamente l papel doblado con
mi nombre.
Vian, decía el papel, por un lado.
Por el otro también estaba escrito.
Una única frase que decidí regalarme, en secreto.
Este soy yo.
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