¿Te has puesto a pensar en las cosas que no recoges?
¿Has identificado el borde que existe entre aquello que recoges y aquello
que no?
Lo pregunto porque me complica…
Porque no sé cómo es la forma sana de actuar ante aquello…
Y a veces me angustio, incluso, pensando en todo eso.
Así, quizá sería útil la existencia de una especie de manual.
Un tipo de informe donde se identifique el borde aquel que puede determinar
mi conducta.
¿De cuánto es la moneda ante la que vale agacharse y recogerla?
¿Qué objetos podemos dejar ahí, sin llevarlos con nosotros…?
¿Un lápiz? ¿Una billetera? ¿Un aro o un prendedor en medio de la calle…?
Lo pregunto porque en mi caso solo parecen existir dos opciones:
O recojo todo, sin dudarlo, o no recojo nada, simplemente.
Puede parecer extraño, pero se debe a que lo que realmente preocupa es
el juicio de valor entre uno y otro objeto.
¿Y si la moneda de $500 se ve vieja y sucia y la de $10 brilla desde el
suelo, como una semilla brillante…?
¿Cuál recojo…?
Así, supongo que un poco por comodidad, otro tanto por espacio, he ido
optando por dejar de lado la mayoría de las cosas.
No lo digo con orgullo, por supuesto, pero es algo que ocurre, sin
duda.
Un hombre tendido a mis pies, quién sabe, podría sin embargo, obligarme
a repensar mi conducta.
(O al menos una imagen, tal vez).
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