Al menos tres veces fue objetado y llevado a arbitrio el testamento de Daniele
da Volterra.
Recordado principalmente como el artista a quién se
le encargó tapar los genitales expuestos en El
juicio final, de Miguel Ángel, este escultor y pintor italiano fue el
protagonista de algunos hechos que resultan del todo memorables, como la carta
al papa Pío V (donde le contaba que había sido testigo del crecimiento de la
uña del dedo indicador de Dios en la
escena más memorable de El juicio final) o como su testamento, del cual me
gustaría mencionar un par de cosas acá.
Una de esas cosas, dice relación con el detalle de
los bienes heredados (adjunto al testamento), donde se incluyen varios
elementos de extraña naturaleza: la rodilla de mármol de la pierna faltante del
Jesucristo de Miguel Ángel, un recipiente de nácar con 228 hostias consagradas
por el Papa Pablo III o el zapato de un cojo romano que había sido protagonista
de un milagro.
Lejos de reflexionar sobre lo anterior, me gustaría
agregar una segunda observación referida a los beneficiarios de su testamento.
Y es que más allá de los beneficiarios naturales se encuentra el de un nombre
que fue tachado por quién llevaba a cargo el proceso de herencia y que fue la
razón principal por la que el testamento debiese hacerse en más de cuatro
oportunidades.
Dicho nombre, por cierto, apareció en el segundo de
los testamentos y la razón concreta por la que fue desestimado fue porque la
fecha de nacimiento de este hombre correspondía a 500 años después del nacimiento
de Da Volterra, es decir, el año 2009.
Hoy, por último, leo una breve noticia donde un
abogado reclama ciertos bienes a nombre de un menor que comparte, de forma
perfecta, el nombre escrito en ese segundo testamento, así como su fecha de
nacimiento.
Y claro, esta fue, al menos, la tercera vez que objetaron el
testamento de Daniele.
¡Cuántas objeciones…!
Que descanse en paz, mejor, el pobre.
En cambio, les recomiendo a ustedes no descansar, hasta
encontrar la moraleja.
(O algo parecido)
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