No creo en el poema.
El poema no existe.
Existe el árbol, el hombre y, tal vez, las estrellas en el cielo.
Existen también las flores y las piedras
y el sonido de las palabras existe un tiempo breve.
Aclaro sin embargo que las palabras no existen.
No si las entendemos con significados adheridos y con rígidas leyes de agrupación.
Dicho esto, vuelvo a reafirmar que el poema no existe.
Unos cuantos sonidos, una sensación… nada que dure más de un instante.
Así, todo poema es algo que ya no es.
La evocación de algo que vivió otro.
Un vacío que viene a llenar otro
vacío.
Cosas de ese estilo.
Cosas en las que no creo, en definitiva.
Ahora bien, si quiere discutir, muéstreme usted un poema.
Busque en la naturaleza dónde existe un poema.
Muéstreme uno y yo veré extraños dibujos en una hoja.
Lea usted alguno y yo escucharé sonidos pasajeros.
Y es que el poema, simplemente, no existe.
Hay que grabarse esa frase y no discutirla.
Nada de preocuparse e inventarnos entonces que perdimos belleza.
O que perdimos reflexión.
O que perdimos la subjetividad exquisita de un hombre.
Y es que saben… no importa que el poema no exista.
¡Existen tantas otras cosas…!
Existen por ejemplo las sensaciones mientras no sabemos que existen.
Existe el agua y el viento y hasta semillas que contienen todo un mundo
dentro.
Y no digo más, entonces, para que existan aún más cosas.
Espero que usted comprenda.
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