Las flores más bellas del jardín
se llenaron de moscas.
Nada de mariposas
ni otros seres coloridos.
Nada de gotas de rocío
ni otras delicadezas.
El hecho fue simple y comprobable:
Las flores más bellas del jardín
se llenaron de moscas.
Entonces, en vez de desconfiar de las moscas
preferimos desconfiar de las flores
y cuestionamos, poco a poco, su belleza.
Primero fue una sensación,
luego lo pensamos,
finalmente lo dijimos.
Y es que la gente, al mirarlas,
solo observaba las moscas.
De esta forma, tras pasar algunos días
comenzó a manifestarse la idea de atacar las flores.
Primero fue cortarlas,
luego arrancarlas de raíz,
finalmente decidimos quemarlas en su sitio.
Buscamos algo para acelerar la combustión
y como si necesitásemos testigos
todos rodeamos aquella pequeña hoguera.
Fue así entonces,
como comenzaron a arder aquellas flores
(alguna vez las más bellas del jardín)
y las llamas fueron legando a cada una
de sus partes.
de sus partes.
Se trataba de un espectáculo
muy digno de verse.
Primero fue el tallo,
luego algunas hojas,
finalmente los pétalos ardieron.
Las moscas, sin embargo,
no se alejaban de aquellas flores.
Así,
incluso más fieles que nosotros,
las moscas fueron entrando también en combustión
y tras caer las flores
volaron encendidas entre nosotros
como pequeñas luciérnagas.
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