domingo, 14 de diciembre de 2014

El cheque.



El cheque llegó a tiempo, pero yo no tenía documentos para cobrarlo. Se me habían extraviado. De más estaba pensar dónde porque eso nunca me resulta. De hecho, lo más probable es que hayan estado entre mis cosas, nada más. El caso es que el cheque fue quedando ahí, sobre una mesa, y yo me hice cada vez menos consciente de su valor hasta que debe haberse ido a la basura o tal vez lo usé para marcar la lectura de un libro. No lo recuerdo con claridad. Debe haber pasado un mes. Y claro: justo entonces recuperé mis documentos. Debo haberme reído de la situación, aunque es probable que ni siquiera recordase lo del cheque. No es que me sobre el dinero, pero soy un poco así. Entonces comenzaron a llamar aquellos que me habían entregado el cheque y a preguntarme por qué no lo había cobrado. Incluso se enojaron porque ya habían rendido mi cheque como gasto y como no había sido cobrado sus cuentas no calzaban y habían tenido algunos problemas. Como me culpaban a mí, sin embargo, me vi obligado a enojarme un poco y plantearles que yo hacía lo que quería con el cheque. Y que en el peor de los casos, si no lo cobraba y expiraba, se trataba de un problema mío, nada más. Lamentablemente, el asunto fue peor desde ese instante. Al día siguiente llamó otro tipo informándome que había una demanda contra mí por negarme a aceptar las condiciones de mi contrato. Me dijeron que era una obligación recibir mi paga, que si no era así, ellos incumplían el contrato y la situación podía acarrearles multas y otras dificultades. Además yo había firmado que recibí el pago por mis servicios, pero al no hacer efectivo el cheque ese papel firmado se volvía inválido. Eso me decían, al menos. Yo alegué un poco más, pero recuerdo que de todas formas intenté buscar el cheque aquella tarde. Horas después lo encontré, según recuerdo, en un libro de Vila Matas. En todo caso, más allá de haberlo encontrado, el cheque estaba lleno de apuntes y era inservible. Así se lo comuniqué a mis empleadores y el problema pareció empeorar. Al parecer la demanda no se podía volver atrás y tampoco era cosa que me pagasen ahora en efectivo pues yo ya había firmado haber recibido la totalidad de mi sueldo. De esta forma, mientras miraba el cheque lleno de apuntes que ni siquiera descifraba, comencé a cuestionarme qué mierda hacía ahí, preocupándome de un problema tan absurdo y básico que no valía agotamiento alguno. Llegó así el día en que me citaron a declarar. Esto último fue hace un par de días. No fui, por supuesto. El cheque inservible lo ando trayendo en mi billetera y vez que lo veo, me da risa. Supongo que insistirán con lo de la supuesta demanda, pero ellos pueden hacer lo que quieran. Yo no me preocupo de esas cosas. De hecho, intento dejar de lado cualquier tipo de preocupaciones, nada más. Así, por ejemplo, ni siquiera sé cómo terminar este escrito. Ya ven.

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