Para que tus hijos no se corten las manos
o las muñecas
hay que hacer algo cuando todavía es tiempo.
Y claro,
no se trata de poner cámaras
ni de encargarle a otros
que los vigilen
cuando tú estás lejos.
Y es que lo aceptemos o no
lo cierto es que tus hijos
se verán inclinados algún día
a este tipo de acciones
y cuando ese momento llegué
ya será tarde
para buscar soluciones
e intentar enseñarles algo
que quizá tú mismo
desconoces.
Sin embargo,
no hablo aquí de soluciones prácticas,
es decir,
no recomiendo tener cuchillos de goma
ni ponerles brazaletes
que ellos no se puedan quitar…
yo hablo más bien de compartir unas verdades
que acostumbramos olvidar
para mantenernos a salvo
de los cortes…
Así,
diles por ejemplo
que la felicidad no es un derecho
y adviérteles
sobre el peligro de la tibieza…
¡que tengan asco de ella…!
si es posible,
y ya verás cómo comprenden…
Enséñales, también,
que el amor no es el fin
y que no es aceptable el hambre
entre los hombres,
ni la injusticia,
ni el poner a unos
sobre otros…
Desconfía asimismo
si sonríen demasiado,
o si ven, almorzando, las noticias
sin atorarse
en lo más mínimo…
Preocúpate,
si se conforman con un amor cómodo
o si no se sienten al menos confundidos
en los caminos ya hechos
del mundo…
y no te preguntan asustados
por qué la vida es así…
Y es que de darse estos síntomas
-de estar tus hijos sumidos en esa tibieza
que es mejor aborrecer-,
ten por seguro que tarde o temprano
aparecerán los cortes en sus manos…
tal vez sea algo pasajero,
lo admito,
pero aparecerán porque algo hay en tus hijos
y en ti
que exige algo más de tu vida,
del mundo,
y hasta de tu propio corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario