I.
Francisca está sin su madre frente a la puerta de
la consulta de la doctora K.
Es decir, ambas estaban en la sala de espera –Francisca
y su madre-, pero la madre fue al baño y entonces Francisca escuchó que la
llamaban por altavoz diciendo que fuera a la consulta de la doctora K.
La niña esperó un poco, miró hacia todos lados,
pero la voz insistía y al final terminó avanzando hacia la puerta, con el
corazón latiendo a tope.
De hecho, ahora está frente a la puerta, con una
mano en el corazón, como sujetándolo.
Era un poco como el primer día de clases, o como
cuando debió llevar un sobre con dinero a la tía del transporte y no debía
extraviarlo… solo que esto era aún más complejo, pues se trataba en cierta
forma de hacerse cargo de sí misma… de su propia enfermedad, incluso.
Entonces se abrió la puerta.
II.
-¿Tú eres Francisca? –preguntó por tercera vez la
doctora K.
Y Francisca asintió, en silencio.
La doctora entonces miró fuera de la consulta, pero
al no ver a nadie cerró la puerta.
Y Francisca escuchó con atención cómo sonaba, al
cerrarse, aquella puerta.
Luego la doctora le preguntó si estaba enferma y
sin esperar respuesta la sentó en la camilla y le quitó la blusa para escuchar
el sonido de su pecho.
-Respira hondo –dijo la doctora.
Y Francisca lo hizo, claro, porque sabía que eso
hacían las personas para descubrir dónde estaba la enfermedad.
Luego le pidieron que tosiera y le preguntaron si
le dolía cuando le apretaban cierta parte del estómago y de las costillas.
Y claro, Francisca dijo que no, un poco insegura,
porque había sentido algo, pero no sabía si eso podía llamarse dolor,
realmente.
Entonces de improviso, su madre ingresó en la
consulta.
III.
A pesar de que hubiese querido hacerlo, Francisca
no se levantó de la camilla a abrazar a su madre, cuando ella entró a la
consulta.
De hecho, apenas la miró de costado, mientras
conversaba con la doctora explicándole que había ido al baño y que entonces la
llamada y luego la sorpresa y que al final estaba ahí y se reían.
Francisca, en tanto, mientras escuchaba, sentía
como si otra puerta se hubiera cerrado dentro de ella. Una igualita a la de la
consulta de la señora K. Una puerta donde ella misma –Francisca, claro-,
estuviese a un costado mientras su madre había quedado al otro.
-Solo pasa que está débil porque está creciendo –escuchó
entonces que decía la doctora K., mientras anotaba algo en un papel timbrado.
Así, como había que irse, la madre quiso ponerle la
blusa, pero francisca la tomó y se la puso sola, aunque abrochó mal un botón, por
lo que la blusa quedó un tanto torcida, sin que nadie se diera cuenta.
IV.
Desde entonces, son incontables las veces que
Francisca ha soñado con la puerta de la consulta de la señora K.
Por eso, allá arriba, en el texto, decía que ella
estaba incluso ahora, frente a aquella puerta.
De hecho, ella sueña “hasta con sonido incluido”, según
me cuenta… y despierta luego un poco más lejos de todo, según sus propias palabras.
-La escuché cerrarse cuando cambié de carrera, cuando me decidí
a abortar, o cuando me separé de Marcos -me cuenta. Aunque acepta que también
ha soñado con ella en otras ocasiones sin saber bien de qué se ha alejado.
-Lo peor de todo –me dice entonces-, es el pavor
que me da pensar ya no en la puerta, sino en la mismísima señora K.
-¿Cómo así? –le pregunto.
-Es que no sé… -explica ella-, es su rostro, su
mirada… esa mujer sabía lo que pasaría, es un poco como la muerte, pienso a
veces… tú no sabes lo que es verle los ojos…
Y claro, es cierto que yo no sé, así que la dejo hablar
hasta que se asusta tanto que ella misma cambia el tema.
-¿Sabes? –le digo entonces-. Tengo que irme.
Así, luego de guardar silencio un momento, ella cambia
el tono y me abraza y pide que me quede… pero yo he decidido irme, simplemente.
-Tú también eres un poco como la señora K. –me dice
entonces, como si se tratase de una ofensa.
Y claro, finalmente yo me voy. Sabiendo que tiene
la razón, pero en silencio.
El de ayer tiene algo que me pareció increíble, pero no sé qué es. Este me dio algo de miedo. Ando rara yo, tal vez. Saludos.
ResponderEliminarUn continuo abrir y cerrar puertas, un fluir, una ansiedad, un golpe de aire. Inquietante sensación nada rara, besito
ResponderEliminarLa crudeza de la vida tras esa puerta...en el fondo, en nuestra mayor intimidad, estamos solos...
ResponderEliminarun abrazo.