I.
Hace unos años se me apareció el espectro de mi
padre. Era extraño, claro, en parte porque mi padre estaba vivo y además porque
el espectro no se parecía en nada al verdadero… pero bueno, uno siempre siente dudas sobre eso… sobre lo verdadero me refiero… así que ahí estaba
yo intentando hablar con el espectro de mi padre.
-No hay mucho que decir –me dijo-, pero lo diré
igual: no hay mucho que decir.
Y claro… yo intenté que dijese algo más, o que
explicara, pero él simplemente repitió que yo debía comprender y hasta me sacó
en cara que era profe de lenguaje y que debiese, por tanto, poder hacerlo
fácilmente… luego desapareció.
Así, buscando la clave, fue que recordé Hamlet y
uní cabos… y di entonces con esa verdad en dos ámbitos que uno siempre oculta:
1: Todo está podrido en Dinamarca.
2: Todos somos Dinamarca.
II.
Vigilé entonces las conductas de mis padres,
sospechando que ocultaban la muerte de aquel que se me había presentado… y urdí
un plan para desenmascararlos.
Así, como carecía de otros recursos, ayudándome de
unas calcetas viejas hice un par de títeres y representé una pequeña obra. En
ella, una pareja le ocultaba a su supuesto hijo sobre la verdadera naturaleza
de su padre… y claro, todo parecía ir bien hasta que el verdadero padre
aparecía como espectro y le contaba todo al hijo engañado…
-Es una obra extraña –comentó mi madre.
-¿No crees que le falta un desenlace? –señaló mi
supuesto padre.
De esta forma, yo vi en aquellas apreciaciones la
señal inequívoca de la culpabilidad a la que se había referido el espectro…
-¡Pobre verdadero padre! –me dije.
III.
No maté a Polonio y Ofelia no se suicidó debido a
mi conducta –de hecho, ni siquiera la noté enamorada-, pero lo cierto es que me
pelee con Laertes hasta que él huyo tildándome de loco y dejándome el reino
para hacer justicia.
Por si fuera poco, Rosencrantz alegó no llamarse de
esa forma y hasta me llegó un memorándum por sacar el cráneo de Yorick sin
permiso del laboratorio del colegio…
-¿Cómo podría usted explicar lo sucedido? –me exigieron
entonces, en el trabajo.
Y claro, yo intenté explicar, pero no entendieron…
y fue entonces que esa verdad en dos ámbitos se hizo más patente que nunca.
-Todo está podrido en Dinamarca –les dije
entonces-, y todos somos Dinamarca.
IV.
Una vez leí en una revista que un hombre fue al
doctor porque decía tener un problema en el olfato, pues sentía un horrible olor a
podrido, en todo sitio.
Sin embargo, el doctor, tras examinarlo, le aclaró
que tenía una pierna con gangrena, y que debía amputar.
Recuerdo la historia porque me he revisado con
esmero antes de señalar que todo está podrido, y no quiero que juzguen a la
ligera mi observación.
Por otra parte, pienso, si lo podrido fuese el
corazón, u otro órgano interno, uno tampoco podría comprobar fácilmente su
estado, ni estar seguro de lo avanzado de su descomposición.
V.
Busqué al espectro de mi padre para pedir nuevas indicaciones,
pero no se presentó en los siguientes 8 días.
Por fin, al noveno, apareció un borracho al que,
tras exigirle de diversas formas, terminó confesando que había visto al
espectro.
-Se parecía mucho a usted –me confesó el borracho,
pero no quiso luego agregar más datos.
Así, por último, decidí contarle al espectro sobre
mis últimas decisiones, hablándole en voz alta, estuviera donde estuviese…
VI.
-No ser –dije-. Tal vez soñar, pero no ser. Recibir
los golpes y almacenar rabia. Todo por poco y hasta puede que por nada…
Aquí me detuve un poco y tomé agua.
-No ser… -continué-. No ser porque a veces lo
podrido impide que seamos en medio de eso, porque aguantamos la respiración para
vivir sin oler la podredumbre, pero olvidamos que sin respirar tampoco se vive…
No ser porque…
Y bueno… debo reconocer que seguí con mis palabras hasta
que oscureció y el espectro no apareció nunca.
-Quizá solo imaginaste haberlo visto –dijo entonces
Horacio, recién llegando y poniéndome en duda.
De esta forma yo, ante tamaña ofensa, no me quedó
sino estrellarle su cabeza contra el piso.
-No hay mucho que decir –diría entonces mi padre-, pero
lo comunicaré igual: no hay mucho que decir…
-¡Todos somos Dinamarca! –complementé yo.
Y se acabó el día.
Será Edipo ese Hamlet, lo sabe la esfinge esa preguntona podrida.
ResponderEliminarLa línea que separa la razón de la locura suele ser muy, muy delgada en ciertos casos!...
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