jueves, 28 de junio de 2012

Vian, el nuevo Hamlet, o Todos somos Dinamarca.


I.

Hace unos años se me apareció el espectro de mi padre. Era extraño, claro, en parte porque mi padre estaba vivo y además porque el espectro no se parecía en nada al verdadero… pero bueno, uno siempre siente dudas sobre eso… sobre lo verdadero me refiero… así que ahí estaba yo intentando hablar con el espectro de mi padre.

-No hay mucho que decir –me dijo-, pero lo diré igual: no hay mucho que decir.

Y claro… yo intenté que dijese algo más, o que explicara, pero él simplemente repitió que yo debía comprender y hasta me sacó en cara que era profe de lenguaje y que debiese, por tanto, poder hacerlo fácilmente… luego desapareció.

Así, buscando la clave, fue que recordé Hamlet y uní cabos… y di entonces con esa verdad en dos ámbitos que uno siempre oculta:

1: Todo está podrido en Dinamarca.

2: Todos somos Dinamarca.


II.

Vigilé entonces las conductas de mis padres, sospechando que ocultaban la muerte de aquel que se me había presentado… y urdí un plan para desenmascararlos.

Así, como carecía de otros recursos, ayudándome de unas calcetas viejas hice un par de títeres y representé una pequeña obra. En ella, una pareja le ocultaba a su supuesto hijo sobre la verdadera naturaleza de su padre… y claro, todo parecía ir bien hasta que el verdadero padre aparecía como espectro y le contaba todo al hijo engañado…

-Es una obra extraña –comentó mi madre.

-¿No crees que le falta un desenlace? –señaló mi supuesto padre.

De esta forma, yo vi en aquellas apreciaciones la señal inequívoca de la culpabilidad a la que se había referido el espectro…

-¡Pobre verdadero padre! –me dije.


III.

No maté a Polonio y Ofelia no se suicidó debido a mi conducta –de hecho, ni siquiera la noté enamorada-, pero lo cierto es que me pelee con Laertes hasta que él huyo tildándome de loco y dejándome el reino para hacer justicia.

Por si fuera poco, Rosencrantz alegó no llamarse de esa forma y hasta me llegó un memorándum por sacar el cráneo de Yorick sin permiso del laboratorio del colegio…

-¿Cómo podría usted explicar lo sucedido? –me exigieron entonces, en el trabajo.

Y claro, yo intenté explicar, pero no entendieron… y fue entonces que esa verdad en dos ámbitos se hizo más patente que nunca.

-Todo está podrido en Dinamarca –les dije entonces-, y todos somos Dinamarca.


IV.

Una vez leí en una revista que un hombre fue al doctor porque decía tener un problema en el olfato, pues sentía un horrible olor a podrido, en todo sitio.

Sin embargo, el doctor, tras examinarlo, le aclaró que tenía una pierna con gangrena, y que debía amputar.

Recuerdo la historia porque me he revisado con esmero antes de señalar que todo está podrido, y no quiero que juzguen a la ligera mi observación.

Por otra parte, pienso, si lo podrido fuese el corazón, u otro órgano interno, uno tampoco podría comprobar fácilmente su estado, ni estar seguro de lo avanzado de su descomposición.


V.

Busqué al espectro de mi padre para pedir nuevas indicaciones, pero no se presentó en los siguientes 8 días.

Por fin, al noveno, apareció un borracho al que, tras exigirle de diversas formas, terminó confesando que había visto al espectro.

-Se parecía mucho a usted –me confesó el borracho, pero no quiso luego agregar más datos.

Así, por último, decidí contarle al espectro sobre mis últimas decisiones, hablándole en voz alta, estuviera donde estuviese…


VI.

-No ser –dije-. Tal vez soñar, pero no ser. Recibir los golpes y almacenar rabia. Todo por poco y hasta puede que por nada…

Aquí me detuve un poco y tomé agua.

-No ser… -continué-. No ser porque a veces lo podrido impide que seamos en medio de eso, porque aguantamos la respiración para vivir sin oler la podredumbre, pero olvidamos que sin respirar tampoco se vive… No ser porque…

Y bueno… debo reconocer que seguí con mis palabras hasta que oscureció y el espectro no apareció nunca.

-Quizá solo imaginaste haberlo visto –dijo entonces Horacio, recién llegando y poniéndome en duda.

De esta forma yo, ante tamaña ofensa, no me quedó sino estrellarle su cabeza contra el piso.

-No hay mucho que decir –diría entonces mi padre-, pero lo comunicaré igual: no hay mucho que decir…

-¡Todos somos Dinamarca! –complementé yo.

Y se acabó el día.



2 comentarios:

  1. Será Edipo ese Hamlet, lo sabe la esfinge esa preguntona podrida.

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  2. La línea que separa la razón de la locura suele ser muy, muy delgada en ciertos casos!...

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