I.
Creo que fue Wingarden el que lo menciona en un
libro sobre la sensación postmoderna. Me refiero al síndrome Tarzán, ni más ni
menos. Ahí, según recuerdo, él hacía referencia a un fenómeno que nada tenía
que ver con andar en taparrabos ni pelear mano a mano con leones, sino que
apuntaba a la necesidad imperiosa que tenía Tarzán, de saltar de liana en liana.
Y es que Wingarden explicaba que el cambio de liana
típico de Tarzán –ese avance por la selva inmortalizado al interior de un gran
número de películas-, se debía a que resultaba imposible permanecer en una de
ellas; es decir, el hombre mono debía pasar de una en otra ya que las lianas hubiesen
cedido si se hubiese quedado de forma fija en una de ellas.
Ahora bien, no sé si será exacto ese dato de
Wingarden, pero lo importante en su propuesta era la relación que establecía
entre la falta de un soporte real, reflejado en las lianas, con la forma en que
algunos sujetos buscarían sin éxito, ya no un sistema de creencias, sino un
soporte mínimo que les permita descansar un momento, al menos, de la angustia
que origina la falta de certezas.
Con todo, recuerdo que el asunto de fondo en todo esto
–más aún que la falta de certezas-, podía abordarse desde dos puntos de vista
principales. El primero, era cuestionarse a qué cosas estaban asidas realmente
estas lianas –Wingarden lo relacionaba con la idea de un Dios, pero lo cierto
es que podría relacionarse con un gran número de instituciones o grupos que
respalden nuestras acciones-; mientras que el segundo decía relación con la
dirección que seguimos en nuestro ir de
liana en liana, cuestionándonos así, la posibilidad de que aquel movimiento
forme o no parte de un avance, o se integre a una idea de sentido, más amplio.
II.
Hoy me acordaba del síndrome Tarzán.
Por eso fue que busqué en mi memoria de dónde venía
aquel concepto.
Y es que de un momento a otro tuve la pequeña iluminación
que me llevó a entender que quizá éramos nosotros mismos los que sujetamos
nuestras propias lianas.
Es decir, todas nuestras lianas estaban
precariamente asidas a una serie de pequeñas creencias que no eran capaces, sin
embargo, de sostenernos por mucho tiempo…
Asimismo, las lianas a las que nos movemos quizá
también sean nuevas creaciones –me dije-, pequeñas creencias que seguimos
inventando, pero en las que no depositamos demasiada fe, y que ceden de
inmediato, debido a esto, apenas cargamos nuestro peso en ellas.
Trabajo, relaciones afectivas, posesiones, pequeños
viajes… ¡cuántas nuevas lianas que no eran capaces de sostener nuestro peso por
mucho tiempo…!
III.
¿Y qué pasa con uno mismo?, me pregunté entonces.
¿Cuáles son mis lianas si descarto de plano el
trabajo, las relaciones afectivas, las posesiones y hasta los pequeños viajes…
en las que por lo demás no ceo?
Porque claro, a mis
libros no los pongo en duda.
Es decir, la humanidad entera podría colgarse de Luz de Agosto, o de Al este de Edén, o de Los
hermanos Karamazov, ellos sí que son firmes… pero ¿cuáles eran mis propias
lianas?
Y bueno, fue así que finalmente vine a dar con lo
más obvio: esto que usted lee, me refiero… el blog mismo… cada una de estas
entradas de las que salto día a día porque quizá no son capaces de sostenerme,
por separado, y debo inventarme nuevas día a día, para no venirme abajo…
Y es que a fin de cuentas, como usted verá, no soy
ajeno al síndrome Tarzán, ni tampoco soy lo suficientemente valiente como para probar
la verdadera resistencia de mis lianas.
Con todo –precarias incluso, me refiero-, quiero
creer que a veces las construimos para que otros puedan colgarse cuando anden
medios escasos de lianas propias…
Y es que esa es, finalmente, la invitación que quería
hacerles, y el objetivo que, más allá de uno, tiene secretamente el escribir
acá cada día…
Bueno, no tan secretamente ahora, es cierto… pero
casi.
Tenía el animo bien abajo, ahora está un poquito mas arriba, gracias por tantas lianas.
ResponderEliminarSuerte... y las gracias a Wingarden!
ResponderEliminarparece que fui eu que escrevi...de tanto que me sinto assim
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