¿Se han preguntado alguna vez qué hacer en las
salas de espera?
Sé que puede parecer algo obvio e intrascendente,
pero les pido por esta vez que no me cuestionen y piensen por un momento en qué
es lo que hacen en este tipo de salas.
Es decir, entiendo que se espera, eso está claro,
pero me refiero a la forma… al cómo se espera en aquellos espacios y sobre todo
a qué es lo que se espera.
Porque claro, no es lo mismo esperar para un
trámite bancario, que esperar el llamado de un médico para interpretar el
examen del que depende nuestra vida… y claro, supongo que necesitamos ciertas
instrucciones para desenvolvernos en esas situaciones, de la forma más adecuada.
Así, me gustaría señalar en primera instancia, que
cualquier acción que consista en evadir la espera, equivale simplemente a una
no-espera, y por tanto, no debe ser considerada como una forma correcta de
afrontar esos momentos.
Por esto, queda descartada toda idea de leer un libro,
avanzar en algún trabajo, entretenerse rellenando un puzle o refugiarse en algún
elemento o juego tecnológico… y es que eso no es esperar, sin duda, y nos aleja
por tanto de aquello que nos convoca.
Ahora bien, despejadas esas acciones evasivas, creo
que debemos comprobar que aquello que entendemos por espera, sea una y la misma
cosa.
¿Lo han pensado ustedes? ¿Tienen claro qué es
esperar y qué se espera?
…
Pues bien, me aventuro a decirles que no observo
diferencia entre el esperar y el tener esperanzas de que algo ocurra; por esto,
además de esa observación, creo que para esperar correctamente debemos, ante todo,
clarificar qué es lo que deseamos, y solo entonces, comenzar la espera.
Y claro, puede parecer algo redundante, pero lo
cierto es que la verdadera espera solo puede suceder cuando sabemos exactamente
qué esperamos, y comenzamos entonces a llamarlo silenciosamente, con nuestra
voluntad, mientras lo hacemos.
¿Es la espera, entonces, un llamado?
Sí. Creo que sí. Al menos desde mi perspectiva.
Por esto, considero que la espera pasa también a
ser un acto de cual debemos hacernos responsables. Es decir, debemos limitarnos
a esperar aquello que nos es realmente necesario, y para esto, debemos, ante
todo –y aunque suene cursi-, conocernos lo suficiente como para saber que es
aquello que debiésemos esperar.
Y entonces, finalmente, -dirá el lector concreto
que ha soportado hasta acá estas palabras-, ¿qué debemos hacer en las salas de
espera?
Y yo resumiré con gusto:
1. Buscar en nosotros mismos e identificar aquello
que necesitamos.
2. Esperar exclusivamente aquello que necesitamos,
olvidándonos de la posibilidad lógica de que eso ocurra.
3. No dejar de esperar, llamando con nuestra
actitud, aquello que identificamos en el punto 1.
Por último, me gustaría señalar que los tiempos de
espera, para cubrir nuestras verdaderas necesidades, pueden llegar a ser
extensos, por lo que pensar que la sala de espera es necesariamente una sala de
espera concreta, sería caer en la ingenuidad más básica.
Y claro, es cierto que a veces ingenuidad enternece, pero no
es el caso.
Mmmm... es extraño el punto 2 ¿Esperar sabiendo que no va a suceder? Como que se contradice un poco... Eso ni siquiera es tener esperanzas...
ResponderEliminarMmm... Yo creo que hay "cosas" en la vida que hay que sentarse a esperarlas, más por estar atento a que no se nos escape o arruine, que por otro motivo. Y otras que no, donde el sentarse a esperar no tiene injerencia en el resultado.
No es sabiendo, es olvidándonos que racionalmente quizá no pueda ocurrir... manteniendo las esperanzas, de hecho, a partir de ese olvido.
ResponderEliminarsaludos.
Entonces es como la fe.
ResponderEliminar=)
Saludos Señor Vian.
PD: Estoy obsesionada con la idea de leer crónica del pajaro que da vueltas al mundo.
Hay muchos a los que no les gusta. Yo lo encuentro un libro de un armado más delicado de lo que aparenta... y con algunos capítulos magníficos... Ojalá le vaya bien con aquello...
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