Lo peor de todo es que por contraparte a uno
también le toca. Es decir, ellos engordan, claro, mientras presencian los
deportes o entrevistan a un personaje destacado… pero a uno también ha de
pasarle algo similar, si lo pensamos bien y estamos dispuestos a ser honestos
con nosotros mismos.
Me refiero a que el deporte, en este caso, debe ser presenciado desde una posición estática, ajena a todo movimiento… De esta forma, podríamos rápidamente concluir que el periodismo deportivo es, por
esencia, antideportivo... y es que el periodista, pasa entonces a ser un espectador
especializado de una disciplina deportiva, con todo el sedentarismo y
acumulación adiposa que la condición de espectador trae consigo.
Con todo, la idea de que a uno "también le ocurra", no
dice relación con el deporte mismo, sino con la idea de ser periodistas de algo.
Y es que de la misma forma como el periodista deportivo se aleja poco a poco de
la “condición deportiva”, me pregunto qué nos sucede a los que hacemos –o pretendemos
hacer-, este precario periodismo de la vida o de los afectos humanos… ¿no nos
alejamos también de esta “condición afectiva”, al ser espectadores de esos
afectos…?
Ahora bien, sé que alguien podría argumentar que,
en ocasiones, los periodistas deportivos han sido anteriormente deportistas, pero
el punto acá es aceptar que desde el momento en que se comienza a ser
periodista deportivo, se deja, justamente de hacer deporte… o si se quiere, de
hacer deporte en serio, más allá de un mero pasatiempo.
Dicho esto, pensemos:
1. ¿Existen riesgos entonces, al escribir sobre
afectos o sensaciones, de terminar siendo espectadores de nuestra propia interioridad…?
2. ¿Tiene acaso opción el periodista deportivo de
volver atrás y abandonar su profesión para hacerse deportista…?
Difíciles cuestionamientos, sin duda…
¿Qué pensará
sobre esto, nuestro propio corazón?
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