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-Quizá tú lo conozcas... -me dijo la chica, mientras se sentaba sobre el pasto en el Parque Forestal.
-¿A quién?
-Al tipo ese de las fotografías, del que te estaba hablando...
-Disculpa, es que me distraje... -Le dije. Y era cierto. La chica había aprovechado el día de sol para ponerse la polera de su hermana pequeña supuse, pues las tetas se le asomaban como un par de marcianos que me saludaban, telepáticamente y dando pequeños saltitos, desde un planeta que no visito hace bastante tiempo...
-¿Te acordaste de alguien? -me preguntó.
-Mmm, sí... de Miguel Vilchez... -le dije, casi sin pensarlo, y el sólo hecho de haber asociado las tetas de la chica con los pechos fláccidos de uno de mis ex-jefes, me permitió de ahí en más concentrarme en la historia del tipo de las fotografías, que aquí les cuento.
La chica me habló entonces de un tipo que había conocido en un bar por ahí cerca y que había heredado de su padre una colección de miles de fotografías poco convencionales.
-¿Cómo poco convencionales? -le pregunté.
-Raras, po... -me contestó-. El padre del tipo había tenido un local donde revelaba fotos, en un segundo piso en la Alameda... Había trabajado en eso toda su vida, y había reunido un montón de fotos de parejas que ya no son...
-Espera, ¿cómo que ya no son...?
-Que no son, po... fotos de parejas que se separaban y que habían estado una vez juntas... ¡ja! obvio, pa separarse después... La cuestión es que el padre guardaba las fotos de parejas, y como la mayoría eran de gente del sector y en ese tiempo se conocían casi todos, el hombre averiguaba quienes se habían searado y guardaba en un álbum aquellas fotografías...
-¿Y las otras?
-¿Las otras qué?
-Las otras fotografías, ¿qué pasaba cuándo los tipos seguían juntos?
-Ah... Las botaba parece... sí, el hijo del hombre ese me dijo que las botaba... que todas las fotos guardadas tenían fecha atrás: de cuándo fueron reveladas, y una fecha aproximada de cuando dejaron de estar juntas...
Entonces la chica hace una pausa, intenta acomodarse la polera nuevamente y saca un cigarro...
-¿Tienes fuego? -me pregunta...
-No.
-Se nota -me dice, y se para a encender el cigarro donde unos chicos que hacían malabarismo y con quienes se queda conversando un rato.
Mientras tanto, yo, el fósforo quemado, me quedo dándole vueltas al asunto... Y no me refiero al asunto de sus tetas, que, debo reconocer, aún daban vueltas como dos satélites ahí en torno mío... sino al asunto ese de las fotografías viejas... imaginándome algo así como un gran pasillo en el que se montara aquella exposición... un pasillo sin nada antes y sin nada después: sólo el avanzar y las fotografías, y aquello que ya no es, mirándonos por todos lados...
-Disculpa -me dice entonces una voz que viene por sobre los satélites-, es que me quedé hablando con el Pancho... él dice que te parecís a mi antiguo pololo... de hecho pensó que eras él...
-Cómo en las fotos -le digo...
-¿Cuáles fotos?
-Las del tipo ese, las de las parejas que ya no son...
-Ah... esas... si po... aunque con mi pololo no tenía muchas en todo caso... o sea juntos. Sacábamos a los lugares que íbamos, o por separado, o en medio de un grupo de amigos...
-Oye, ¿y el tipo ese iba a hacer algo con esas fotos?
-¿Con cuáles?
-Con las de su padre po... con las de la colección...
-No sé... ¡ja!, pensé que me hablabay de las fotos con mi pololo...
-...
-Yo creo que las iba a botar no más... si total, ¿qué se puede hacer con ellas?... A mí me contó que llenaban varias cajas que tenía en su departamento... aunque cuando fuimos, ni las vi, ahora que me acuerdo.
Entonces ambos nos quedamos en silencio. Ella termina su cigarro y me pregunta si tengo planes para después, y hasta sugiere que vayamos juntos a algún lado.
Mientras me lo dice yo le doy vueltas a mi propia colección de fotos de aquello que ya no es, y recorro una y otra vez el pasillo ese en el que, a pesar de todo, no me atrevo aún a colgar una última fotografía...
-¿Y? -me pregunta entonces.
-¿Y qué?
-Que si tenís idea de algo, un lugar pa que vayamos o algo así...
-...
-Yo ya les dije a mis amigos de allá que no me iba a ir con ellos... -me dice mientras sonríe.
Al final, -no me pregunten por qué- le termino inventando que tengo algo qué hacer, que de hecho se me está haciendo tarde y todas esas cosas que se dicen cuando alguien puede darse el gusto de escoger, o la tipa no te resulta atractiva... cosas que aquí, por lo demás, no venían al caso...
Media hora después, detrás de una cerveza, me fijo que el bar en que me encuentro está también rodeado de fotos viejas, en blanco y negro... y hasta veo a una pareja que le pide a alguien que les saque una foto, y ambos sonríen, y se besan.
Entonces yo imagino esa foto, y otra... e imagino el paso del tiempo, y las ropas raídas y hasta el olor a naftalina... y pienso que a pesar de todo aquello -aquello de la pérdida, la colección de fotos, las ropas raídas y la naftalina-... esa sonrisa y esa foto es algo que puede valer la pena.
Por último, antes de volverme a mi habitación, me paso nuevamente por el Parque Forestal.
Pero el lugar está vacío.
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