martes, 7 de septiembre de 2010

La canción del perezoso.

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Además de las jirafas, a las que algún día les dedicaré una entrada completa, un animal que me atrae sobremanera es el perezoso.

Recuerdo que un día viendo un documental en tv, la imagen se quedó detenida, -supongo que fue una falla de la transmición- justo cuando uno de estos animales era enfocado y miraba directamente a la cámara.

No deben haber sido más de unos segundos, pero la imagen hizo un eco extraño en mí, y me llevó a "recordar" -aquí pueden existir controversias así que escribo el verbo entre comillas-, una situación que supuestamente viví de pequeño y que no debiese recordar de modo alguno, entre otras cosas, porque quizá ni siquiera sucedió.

Y es que la imagen que tengo es la de haber mirado una cara exactamente igual a la de ese animal, desde un coche en el que estaba cuando apenas debía tener unos meses de vida... una cara que veía justo sobre mí y que no dejaba de mirarme... hacia abajo, y con unas garras inmensas muy cerca del rostro, extrañamente comprensivo y humano, tendido sobre un árbol.

Recuerdo además que, cuando consultaba a mis padres sobre esta imagen, ellos me decían que quizá había visto alguno de estos seres en algún jardín que visitamos de niño -nací y viví en Venezuela durante mi primer año de vida-, pero que tenía que haber algo equivocado en todo aquello.. pues la situación que completaba mi imagen, era muy poco probable que hubiese ocurrido, por más que para mí sea aún nítida y pueda describirla incluso en detalle.

Y es que el perezoso que supuestamente me miraba -recuerdo incluso que en mi coche estaba un pequeño muñequito de plástico que me ratificaron tuve de pequeño-, se habría descolgado un tanto del árbol y habría cortado en dos una culebra que estaba entre el tronco del árbol y mis pies desnudos que se asomaban del coche... para luego volver a subir -no recuerdo si llevando parte de la culebra cortada- hasta la misma rama superior, desde la que siguió mirando, hasta un buen rato después. Todo esto, por supuesto, en la más completa lentitud, y girando su cabeza casi por completo, mientras subía, sin dejar de mirarme.

Hoy que, no sé por qué, vuelvo a pensar en estos seres, y en aquel suceso en particular que tal vez sucedió en ese entonces, me parece sentir, o creer, que esos lentísimos mamíferos quizá sabían hablar... y hasta busco en mi memoria algo que pudo haberme dicho aquel animal en ese momento...

Y es más, esa búsqueda, más las 22 horas seguidas despierto que cumplo en este momento, dan como resultado este pequeño texto, que les dejo acá, justo antes de dormirme, y dos horas antes, de volver a despertar.


Canción del perezoso.

Esta es mi canción sin música:
mis movimientos son la partitura,
pero no hay ejecutor.

Los hombres no reconocen el ritmo,
que late más lento que sus corazones:

El hombre mide el mundo
y hasta vive en él,
desconociendo las verdaderas medidas.

Mi casa es mi medida,
y mi casa es el árbol.
Y a veces soy el árbol
y mido exactamente lo que soy.

Ven a cantar mi canción,
la canción del perezoso:
lenta como la llegada de la muerte
y hermosa como el miedo a nacer.

Un día los perezosos dejamos de ser hombres
sólo para cantarte esta canción.

Acepta este regalo y baila,
de forma tan lenta y tan secreta que parecerá un pacto,
y la muerte tardará más en llegar
y la lluvia hará crecer tus raíces.

No soy luz, pero en mi cuerpo anidan las polillas.
Tengo un coro de miles de escarabajos
que cantan el nombre de Dios
antes de cada amanecer.

Recíbela, pequeño, y duerme tranquilo.
Porque nada conseguirás si te apuras:
La canción del perezoso es también una canción de cuna
Y el mundo es un lugar perfecto para dormir,
y no soñar.

Un día Dios se fue a dormir y no despertó.
Y no hay en verdad para qué molestarlo.

Esta es la canción del perezoso.
No se baila ni suena, pero es un regalo.
Y como es lenta, vive al interior de quien la acepta,
como un pequeño embrión.

Esta es mi canción sin música:
mis movimientos son las partituras,
pero no hay ejecutor.

Los hombres no saben qué es una canción de amor
y el corazón del mundo desconocen,
y a veces hasta el suyo.

Hoy he venido a regalarte esta canción.
Y es una canción de cuna.
Quien la escucha sueña con el amor,
y éste se aferra a él, como el musgo se aferra al árbol.

Esta es la canción del perezoso,
canta conmigo y duerme:
y tú serás la canción.


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