sábado, 11 de septiembre de 2010

Cosas que no te dicen.

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Deben ser muchas las cosas que no te dicen. Instrucciones que faltan, advertencias... recomendaciones. Te ocultan incluso cosas básicas: omiten informaciones, por ejemplo, y hasta la historia que te entregan viene con algunas piezas menos.

No sé bien por qué se hace. Tampoco sé cuántas son aquellas cosas que ocultan, pues justamente como no se dicen, es imposible saber a ciencia cierta de cuántas se trata.

Y es que vivimos cada día como si buscásemos en el fondo de una caja un manual de instrucciones, o un cupón, o un premio... los niños quizá busquen un juguete, como en las cajas de cereales.

Lo peor de todo es que ya ni sabemos qué es aquello que buscamos... intuimos que faltan piezas, por supuesto, pero ni siquiera sabemos qué máquina debemos armar con todas ellas, o qué debemos hacer luego con aquella máquina.

Hoy día, por ejemplo, es 11 de septiembre, y faltan en uno demasiadas piezas como para saber incluso qué sentir, por qué llorar, o hacia quien tener rabia.

De hecho, personalmente, me falta incluso la rabia. Y es que aunque la historia esté completa, pareciese que hay vacíos... túneles de nada que nos conectan unos con otros y que hacen de todo esto un mundo lleno de agujeros... como un videojuego de esos básicos donde debes ir saltando una serie de abismos por fondos que se repiten una y otra vez, hasta llegar a un final que ni siquiera reconforta, ni ofrece premio alguno.

Veo las protestas en televisión, escucho también un par de ceremonias en el cementerio... escucho a la hija de Pinochet decir orgullosa que gracias a su padre este país "está así"... y todos la aplauden... como si ese "así" fuese algo que nos dejase satisfechos a todos.

Deben ser cosas que no me han dicho, pienso entonces, aquellas que permitan entender todo esto (el fondo de esto).

¿Y qué es lo que tengo? Apenas informaciones tendidas como ropas en el cordel de la semana:

-Un alumno de 13 años se sorprende porque no sabía que aún había mapuches vivos.

-Observo a un niño en la calle acercarse escondido y patear unas palomas.

-Converso con un hombre que trabajaba reviviendo bonsáis.

-Veo el video de una mujer española que no reconoce su voz cuando aparece desfasada en televisión y señala que hay alguien suplantándola.

Podría seguir, pero más importante que todo aquello, son las cosas que no encontramos ahí: los vacíos, los vasos comunicantes que unen estas informaciones mediante una serie de abrazos carentes de significados.

-Veo unos jóvenes teniendo sexo bajo una escalera, junto al Museo en el Parque Forestal.

-Escucho a un hombre cantando una canción romántica en la micro y lo veo bajarse sin haber pedido dinero.

-Me habla una mujer preocupada porque la edad para ser madre se le acaba y aún no se siente preparada.

Y es entonces cuando uno busca esas instrucciones que no venían, -o los apuntes que no tomamos, si es que el error fuese nuestro-... es entonces cuando uno busca entre los bolsillos de la ropa sucia algún papel donde se encuentra anotado algo que permita comprender todo aquello, y entender el sentido...

Y es que me gustaría que hoy lloviesen ranas, o peces, o hasta piedras... algo en definitiva, que tomase el lugar de aquellas palabras no dichas...

Me gustaría ver caer instrucciones como copos de nieve, escuchar palabras como campanas que anunciaran algo distinto.

Supongo que sólo entonces podremos escuchar esas palabras que no te dicen, o que no te dijeron. Y serán palabras pequeñitas y suaves... y te harán llorar y sonreír... y hasta perdonar.

Pero sólo entonces.
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1 comentario:

  1. Tu entrada me dejó pensando... concuerdo con que no hay manuales, ni instrucciones para vivir sabiamente, tan sólo intuiciones y creo que es mejor que sea así.

    Saludos.

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