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I.
Admirado hasta la náusea por los surrealistas debido a su producción pictórica anterior a la primera guerra mundial, el pintor Giorgio de Chirico no sólo pasó a ser un referente obligado de las nuevas tendencias, sino que su obra se estableció como una amenaza constante, -y doble-, para todo aquel que pretendió acercársele sin contar con el resguardo necesario.
Esta doble amenaza de la que aquí se habla, tiene su origen en una apreciación básica que de Chirico hace respecto a los objetos reales. Y es que estos objetos, según lo que señala el artista, poseen siempre dos aspectos: la imagen cotidiana con la que nos encontramos a partir de nuestra experiencia como seres reales, y una imagen espectral y esencial, una especie de apariencia metafísica donde se evidencia, la naturaleza interior de las cosas.
Desde esta dualidad, luego, podemos aventurarnos a explicar su “primera amenaza”, establecida a priori en el aspecto revelado del objeto: en el ámbito en que éste se desliga de su función y contexto pasando luego a constituir, esencialmente y por sí mismo, un signo de una categoría distinta, desconocida. Amenazante.
II. Primera amenaza: las cosas como un otro.
Ahora bien, para explicar esta primera amenaza, hay que clarificar que de Chirico no sólo da cuenta de la naturaleza interior de las cosas, -como él señala-, sino que sus cuadros evidencian que la naturaleza interior es también una naturaleza particular, distinta e incluso desligada entre unos objetos y otros: distintas proporciones, distintos ángulos de luz, distintas formas… como si se mostrasen las unas a las otras aspectos mínimos de sí, nunca una totalidad.
Pero atentos, no se trata aquí de mostrar fragmentos, ni puntos de vista marginales… los cuadros de de Chirico nos presentan algo que podríamos llamar ámbitos de existencia…. Donde las “partes” que revelan las cosas no son fracciones de la totalidad de la cosa, sino que operan a un nivel significativo esencial, de manifestaciones del todo que revelan cierto aspecto porque otros ámbitos no son dables a la representación formal que se ha elegido.
Es así como este encuentro, esta disarmonía esencial, por llamarla de alguna forma, -entre los ámbitos esenciales particulares de las cosas, que coexisten disarmónicamente en los cuadros de de Chirico-, es observada y capturada en las imágenes a partir de un sistema de códigos que es incapaz de capturar –o que prefiere no hacerlo, diría Bartleby-, la revelación inteligible de la esencia.
Es decir, las esencias reveladas en de Chirico, suelen ser misterios, ámbitos de la naturaleza interna de los objetos que se manifiestan siempre distantes de una explicación propuesta por el artista.
La primera amenaza, de la que hablamos aquí, sin embargo, no se origina meramente en la naturaleza oculta o misteriosa del objeto –aunque se nutre de ella por supuesto-, sino que viene a resultar del entender al objeto como un otro, como una esencia distinta, y hasta como una identidad particular. Es decir, el espectador ya no tiene ante sí los objetos o lugares de la realidad funcionando para él, sino que los objetos han sido dejados libres –desligándolos de su contexto y de su función característica-, y en esa libertad, el resultado probable es que el hombre se sienta rodeado de una serie de objetos con una esencia particular no subordinada, distintos a él y con una esencia que se manifiesta incluso de manera incompleta, sin revelarse del todo.
Esta es la primera amenaza de los cuadros de de Chirico. El inminente desarme de la estructura significativa de la realidad del espectador, al entender que los objetos cuyos significados eran dados en torno a la función que para él desempeñaban, son ahora seres con una naturaleza interna otra, independientes… seres-objeto que pueden además alejar al hombre de su papel central y poner en tensión la construcción de todo su mundo… una amenaza, entonces, similar a poner fin a un heliocentrismo para dar origen al imperio de las cosas.
III. Segunda amenaza: el hombre despojado de sí mismo, o el hombre como un otro.
Uno de los adjetivos que más se ha utilizado para describir ciertas obras de de Chirico, es el término siniestro. Este concepto, ligado por supuesto, con la idea de una amenaza, viene no sólo a situarse como algo oculto, o con "tendencia al mal", como señala en una de las acepciones el libro apolillado de la RAE, sino que además incorpora una nueva forma de acercarnos a la obra de este pintor, dada a partir de una definición propuesta por Freud durante los mismos años en que de Chirico hacía sus obras más inquietantes y recordadas, y que aquí nos interesan.
Freud, abordó este término tangencialmente en varias de sus obras, y le dedicó, además, un artículo completo traducido como "lo siniestro", publicado, creo -no encuentro la información certera en la web-, por el año 1917, aproximadamente.
Ahora bien, el término utilizado por Freud para referirse a lo siniestro, -en alemán unheimlich-, es una palabra que es el antónimo de otra -heimlich, obvio- que viene a significar lo familiar, lo cercano... Es decir, siguiendo estas ideas, unheilmich viene a contener este otro significado complementando así su nueva definición en algo así como esto:
"Lo siniestro, sería una característica, una propiedad dable a todo aquello cercano y familiar, que debiese haber quedado oculto, pero se ha manifestado".
O, en otras palabras podríamos declarar que:
"La revelación del aspecto oculto de lo cercano da forma a esta inquietud asociada siempre al término de lo siniestro".
Pero, ¿a dónde nos conducen realmente estas "manifestaciones de lo qué debió permanecer oculto", tan comunes en los cuadros de de Chirico? ¿Cómo podemos dar el salto que nos permita vincular esta concepción de lo siniestro con la segunda amenaza que aquí se intenta proponer?
La respuesta a esto estaría dada por el resultado del extrañamiento que sufre tanto el espectador como el autor de estas obras.
Y es que ambos -autor y receptor- pasan a ser entonces seres despojados del mundo que los cobijaba... han perdido lo familiar, y, con esto, se ha transformado su espacio propio... han cambiado sus coordenadas, y, en definitiva, se han extraviado ellos mismos y han pasado a ser un otro: en relación con las cosas que los rodean, pero también en relación a sí mismos.
Intentaré explicarme:
El pintor por una parte, establecido como un mediador -entre los distinos ámbitos esenciales de las cosas y el expectador-, pasa a ser (existir como) una parte -no significativa- del enunciado.
El espectador, al mismo tiempo, por enfrentarse a un mundo que no es distinto al suyo, -ya que contiene los mismos elementos que formaban parte de su contexto familiar, sólo que los revela de forma siniestra, mostrándonos aspectos ocultos, metafísicos, etc.-, pasa también a estar contenido en el enunciado, pues lo que se revela ahí es un ámbito desconocido de su verdadero mundo, y ese yo-otro que existe tácimente entre las esencias inquietantes de los objetos y lugares que hasta ese momento le fueron comunes, pasa entonces a existir a la par ese otro-real que ve el cuadro, creándose entonces, a partir de la presencia siniestra de ese yo otro, nuestra segunda amenaza.
Ahora bien, si señalamos que el autor y el espectador están contenidos no significativamente -sin un significante concreto-, al interior de estas obras, cabría preguntarse: ¿cómo podemos reconocer las partes no significativas de un enunciado? ¿Cómo podemos estar seguros de que existen esas partes si carecen de una huella o rasgo conceptual que pueda ser objeto de un trabajo racional, pensable?
Pues bien, prometo intentar contestar estas cosas en otra oportunidad, pues aquí sólo me comprometí a señalar, según mi precaria perspectiva -no es ironía-, las dos amenazas presentes en las obras más recordadas de de Chirico -¿se acuerdan que las situaba al hasta antes del fin a primera guerra mundial?-.
Por último, si alguien se cuestiona respecto a qué estoy hablando realmente -como puede suceder en varias de las entradas aquí publicadas- le digo sinceramente que estoy hablando -nuevamente- de la representación. Y, con esto, hablo también de la forma en que podemos e intentamos dar cuenta de quién somos, quién es el otro y qué (cómo) es el mundo que construímos, a través de distintas formas comunicativas.
¿Que por qué no lo hago más fácil? Obvio: porque los quiero tanto que aspiro a que la necesidad de preguntarse por su propia significación, por lo que es familiar o siniestro para ustedes, sea una búsqueda que realicen siempre por sus propios medios.
Y es que las verdaderas amenazas suelen ser siempre aquellas que nos hacen seguir adelante sin saber realmente qué ámbitos de aquello que nos rodea realmente nos son cercanos... o sin intentar saber cuáles son los ámbitos que completan mi propia existencia y la de los demás.
Porque las cosas son también amenazantes para nosotros cuando terminan por cosificarnos, y hasta los sentimientos y las actitudes cotidianas terminan por tener un código en el catálogo de las manifestaciones socialmente correctas, al que parecemos recurrir diariamente, para sentirnos tranquilos y satisfechos de aquello que hacemos...
A propósito, y para terminar, ¿no ven ustedes una amenaza contenida en esta foto "a lo de Chirico" que les entrego aquí abajo? ¿No sienten ustedes que distintos ojos los miran desde las cosas exigiéndoles algo más de ustedes mismos? ¿No sienten ojos y voces dentro suyo o hasta en los ojos de alguien que sin razón alguna parece verte completamente, incluso con esas partes no utilizadas que van oxidándose dentro y que terminan hasta por darnos muerte antes de tiempo?
Ja, el hueón trágico, podrían pensar.
Y sí, ese también soy a veces... pero porque siento el ser de cada uno de nosotros como algo irrenunciable. Nada más que por eso.
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