viernes, 8 de septiembre de 2023

Se cayeron los imanes.


Estaba frente al refrigerador cuando de pronto se cayeron los imanes.

Ya saben… todos esos imanes que están adheridos a la puerta y que tiendes a olvidar.

Recuerdos de viajes, figuritas… anuncios de cadenas de pedidos.

Todo se vino abajo al mismo tiempo, sin que lograse comprender por qué.

No es que buscase explicaciones trascendentes, pero era difícil entender aquello.

Mientras recogía los imanes pensaba que, si esa era la señal para el comienzo del fin del mundo, se trataba sin duda de una buena señal.

Como sea, tras pensármelo un rato, decidí que lo mejor era hacer lo más simple.

Recoger los imanes, me refiero.

Eso hice.

Intenté entonces volver a pegarlos en la puerta, pero no se sostenían.

Y claro, también intenté ponerlos en otros lugares de metal, pero no se adherían a ninguno.

Tal vez un golpe de corriente, una descarga… inversión de los polos magnéticos, me dije.

Pensando en eso, me reí un poco.

Y es que igual me lo decía por inercia, porque lo cierto es que no entendía nada de todo aquello.

Se cayeron los imanes, nada más.

O tal vez, pensé ahora, los imanes dejaron finalmente de ser imanes.

Fue entonces que, mientras los observaba, creí comprender que todo aquello que se había caído no era, esencialmente, un imán.

Es decir, cada cosa que se cayó tenía un imán adherido a ella, pero no eran propiamente un imán.

Todo está bien, concluí entonces, mientras me acercaba por primera vez a la naturaleza de esos objetos.

Cada cosa finalmente, está en su sitio.

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