sábado, 16 de septiembre de 2023

Ella tuvo un bebé zen.


Ella tuvo un bebé zen. Así le decían todos. Hermoso, silencioso y contemplativo. Con ojos de viejo sabio. Parecía mirar todo con atención, sin que variasen sus reacciones. No lloraba cuando tenía hambre, pero sí parecía succionar más fuerte y rápido. Tampoco reía, pero al menos sonreía. Hacia unos cuantos ruidos cuando la bañaban o cuando despertaba en medio de la noche. Nada más.

El médico pareció preocupado en un principio, pero los exámenes no arrojaban nada malo. Le dijeron que los visitara más seguido y le pidieron que anotara las reacciones del bebé en un cuadernillo que le entregaron. Llantos mayormente, le dijeron. Pataletas, si es que tiene. Risas, gritos… que anotara todo lo que no fuese la tranquilidad habitual.

Durante tres días la madre estuvo atenta, pero no logró anotar nada. Es decir, escribió algunas observaciones generales, leves cambios… pero nada de aquello parecía ser verdaderamente una reacción o un evento que valiese la pena registrar.

Le soplaba el rostro, lo ponía al sol, lo tendió en el pasto… Pero el bebé simplemente se dejaba hacer. Estaba tranquilo y la observaba. Siempre la observaba.

Ella, por supuesto, lo observaba también, pero terminaba volviendo la vista pues el bebé la ponía nerviosa. No lo confesó en un inicio, pero poco a poco esto comenzó a ser evidente.

Ella rehuía la mirada del bebé. No la asustaba, pero se sentía cuestionada por él, como si le estuviese reclamando algo.

Una mañana, sin embargo, ella se decidió a mirarlo de frente. Y a tratar de entender qué era aquello que él intentaba preguntarle.

Lo tomó en brazos y lo observó, largamente. El bebé, por supuesto, también la observaba.

Pasaron largo rato así, mirándose fijamente. Ella se mostraba tranquila, esta vez. Parecía dispuesta a no ocultar nada.

A pesar del paso de los minutos, ninguno desvió la vista. De pronto, como si algo se hubiese quebrado, o vencido, el bebé comenzó a llorar. Como cualquier otro bebé, digamos.

Ella, por cierto, lo acercó un poco más y comenzó a llorar también, aunque sin emitir ruido.

Es extraño, pero podría asegurar que parecían felices.

De hecho, si me preguntan, no sabría decir por qué lloraron.

Puede que esté de más decirlo, pero aprovecho de aclararlo:

No soy omnisciente.

Disculpen si di a entender lo contrario.

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