lunes, 25 de septiembre de 2023

Los pájaros se roban las semillas.


Los pájaros se roban las semillas.

Antes que germinen, se las roban.

Yo los observo, desde mi ventana.

Bajan de los árboles.

Fingen pensar en otra cosa.

Entonces, como si no importase, se acercan a ellas y las arrancan.

De la tierra, las arrancan.

Las agarran con el pico.

Las parten o trituran.

No siempre se las tragan.

Eso hacen los pájaros.

De reojo ven que los observo y parecen ensañarse.

Uno incluso me pareció que reía, esta mañana.

Se roban las semillas por joder, estoy seguro.

Aparentan que no, pero en el fondo saben lo que hacen.

Que no germinen, se dicen, mientras las arrancan.

Que nada aquí germine.

Que todo sea tierra revuelta e inutilizada.

Yo finjo que no oigo, por supuesto.

Y finjo tan bien que hasta dudo después si los he oído realmente.

Pájaros de mierda.

No quiero enfrentarlos, pero a veces no me queda otra opción.

Me contengo todo lo que puedo hasta que uno sube a la ventana y parece desafiarme.

Se posa en el marco, y me observa, desde el otro lado del vidrio.

Es un pájaro negro, muy pequeño.

Le hago gestos y hasta doy unos golpes, pero no se espanta.

Tal vez si enveneno las semillas, me digo, mientras lo observo.

Él, por supuesto, no deja de observarme.

Por un segundo pienso que va a decirme algo, pero finalmente no lo hace.

No hay semillas acá, le digo entonces, ya puedes largarte.

Luego de esto, el pájaro espera un rato más, aunque poco después emprende el vuelo.

Así, tras su partida, me siento un poco como tierra revuelta.

Despojado también, de semilla.

Sin nada para germinar, me refiero.

E incluso sin final, para este texto.

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