viernes, 4 de agosto de 2023

Un ciervo.


I.

Me contaron que viajó al extranjero únicamente para cazar un ciervo.

Al parecer, él siempre alegaba que acá, en Chile, con suerte podía dispararle legalmente a alguna liebre.

Me pidieron entrevistarlo a su regreso, para preguntarle sobre algunos proyectos.

La producción de una película, principalmente.

También sobre la publicación del último de sus libros.

El libro era una mierda, por cierto.

Como sabían que no me caía muy bien me advirtieron que lo del ciervo era simplemente una cuestión anecdótica.

No hay que darle mucho realce a eso, me dijeron.

Yo asentí.

Necesitaba el dinero.


II.

Nos juntamos en el mismo aeropuerto.

En el lugar también lo esperaba una chica, quien se acercó hasta mí.

Ella estaba enterada de la entrevista y me conocía desde la Universidad, según dijo.

Tomamos un café y un sándwich antes que él llegara.

Ella pagó.

No lo dijo directamente, pero se sobreentendía que estaba en una relación con mi futuro entrevistado.

No lo pregunte directamente y ella tampoco lo confirmó, pero al menos yo interpreté eso.

Él llegó poco después.

Nos saludó a ambos fríamente y me preguntó si realizaríamos ahí la entrevista.

Yo le dije que no, que había una reserva en una sala pequeña de otro restaurant, que estaba junto a la salida del aeropuerto.

Fuimos hasta allá.

Los tres, me refiero, fuimos hasta allá.


III.

Cuando lo entrevisté, él le pidió a la chica que esperara fuera.

No serán más de veinte minutos, le dijo.

Luego pasamos, encendí la grabadora y le pregunté por el ciervo.

¿Qué ciervo?, dijo él.

Le expliqué lo que me habían contado.

Él me miró sin decidirse a contestar.

Puede que en parte sea cierto, dijo, luego de un rato, pero lo principal es algo mucho menos frívolo.

¿Menos frívolo que qué?, pregunté. No entiendo el parámetro.

Menos frívolo que tu pregunta, me contestó.

Ya, le dije.

Entonces él, sin esperar nuevas preguntas, me contó de la película.

Luego, me preguntó si quería que hablase también del libro.

No, gracias, contesté.

Como él me miraba esperando un argumento elegí entregarle uno.

El libro es una mierda, le dije.

¿Una mierda bajo qué parámetros?, preguntó él, notoriamente molesto.

Yo sonreí.

Le dije que probablemente ninguno de los dos quería perder tiempo en aquello.

Nos quedamos en silencio.

Segundos después, ambos nos pusimos de pie al mismo tiempo.

Salimos del lugar.

Mientras me despedía de la chica, él me preguntó:

¿Todo es por el ciervo?, cierto.

¿Qué ciervo?, preguntó la chica.

Yo me alejé de ellos.

Preferí no contestar.

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