domingo, 27 de agosto de 2023

Hablar con Singer.


Resulta extraño, pero en “El corazón es un cazador solitario”, la mayoría de los personajes pasan a hablar con Singer, de igual forma que los autos de fórmula 1 pasan a los pits. Cambian ruedas, se cargan de bencina y hasta de vez en cuando alguno va simplemente para hacer rugir el motor e intentar ajustarlo, de cierta forma.

Parte de esa extrañeza, que mencionaba en un inicio, se debe principalmente a que Singer es mudo, cuestión que en vez de dificultar su vínculo parece potenciar su capacidad de comprensión hacia los otros personajes. Esto al menos desde la perspectiva de los otros, por supuesto, quienes además creen ver en Singer alguien cercano a sus propias convicciones, interpretando su silencio, digamos, a partir de las características que les resultan más “convenientes”.

Tal vez sea aquello lo que me llevó, en su momento, a diseñar un juego de mesa basado en el libro, en el cual cuatro jugadores (los cuatro personajes que recurren a Singer de manera más asidua a lo largo de la novela) persiguen sus propios sueños en sus andanzas por el pueblo, debiendo pasar a la habitación de Singer como requisito fundamental, para obtener la voluntad o convicción necesaria para poder seguir y alcanzar sus propósitos (cada uno de ellos muy distinto, por cierto).

Lo triste del juego, sin embargo, es que por más que intenté idear una forma para jugar con Singer no logré dar con ella. No supe qué a ver para que este personaje pudiese siquiera aspirar a superar sus propios problemas (su soledad, mayormente), y no vagara simplemente por el pueblo o estuviese en su propia habitación, en los distintos momentos del juego. Todo esto con tal de evitar el suicidio de este personaje que ocurre hacia el final de la novela (y que marca el final del juego de mesa, por cierto).

Por lo mismo, quién tenga una idea clara de cómo jugar con ese personaje (desestimando que la solución a sus problemas sea la liberación a tiempo de su amigo Antonapoulos), ojalá pueda compartirla.

Y es que solo así, en definitiva, el sentido del juego (y su sentido de justicia) estará completo.

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