miércoles, 30 de agosto de 2023

Donas.


Conocí hace años a una chica fanática de las donas.

Por entonces, recién comenzaban a venderse masivamente en nuestro país.

Se habían instalado un par de cadenas comerciales que se especializan en ellas, pero también en comercios menores era cada vez más posible dar con ellas.

Y claro, ella recorría distintos lugares buscando descubrir algunas nuevas.

Extrañamente, ella las elegía, en principio, solo por su apariencia.

De hecho, una vez que la acompañé, me confesó que ni siquiera las comía, sino que se limitaba a observarlas y -si alguna de ellas lo ameritaba-, las fotografiaba bajo distintas luces y luego las regalaba.

De todas formas, no solo las contemplo, me dijo aquella vez, sino que las estudio.

Como no comprendí del todo sus palabras me explicó que, por ejemplo, estudiaba su textura, su densidad, y que incluso había abierto varias para observar su relleno, cuando tenían algún componente especial.

Me mostró varias fotos entonces, de donas rellenas de mermelada, crema, dulce de leche y hasta una rellena de una especie de gelatina hecha con yogurt y frutos rojos.

Esa prácticamente era perfecta, comentó, cuando me la enseñó.

Intrigado, recuerdo que le pregunté qué le faltaba a aquella dona para ser perfecta.

Ella no me contestó de inmediato, pero luego de un rato dijo una única frase, que por lo demás no explicó:

Le faltaba consciencia de sí misma, fue lo que dijo.

Luego de esa vez, por cierto, nunca volví a preguntarle sobre su afición.

Y ella -que yo recuerde, al menos-, tampoco volvió a hablarme de aquel asunto.

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