sábado, 19 de agosto de 2023

No una isla.


Aunque sobresalga desde el agua una roca no es una isla.

Aunque se posen pájaros en ella y hayan construido ahí sus nidos, no lo es.

No es una isla, aunque lleguen náufragos a refugiarse en ella.

Y aunque le hayan puesto un nombre y elijan llamarla como tal.


Lo discutimos varias veces, si recuerdas, hace un tiempo.

Una isla involuntaria, propusiste, para negociar.

Entonces yo expliqué que no era cuestión de nombres ni de superficie, ni de voluntades.

Toda existencia se trata siempre de otra cosa, te dije.

Pero preferiste no entender.

O fingiste hacerlo.


No.

Una roca en medio del mar no es una isla.

Ni aunque la cubramos de tierra pasaría a ser algo así.

No por habitarla ni deshabitarla ha de cambiar su esencia.

Lo que pasa es que prefieres olvidar lo que ya sabes.

Simplificar las cosas, digamos.

Renunciar a ellas sin pelear en lo absoluto.


Yo, por otro lado, no sé olvidar lo que ya sé.

No lo digo con orgullo, sino con el desgaste de vivirlo de esa forma.

Una y otra vez he nadado hasta la roca y puedo dar fe de lo que digo.

Qué más quisiera yo que fuera isla…

Qué más quisiera yo.

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