miércoles, 23 de agosto de 2023

La luz no es luz porque se enciende.


La luz no es luz porque se enciende, sino porque se apaga. Porque deja de ser y entonces desdibuja lo que ha sido. Porque se presenta cuando ya no está. Porque nos habla con el eco de su voz que está hecha de sombra. Y porque su voz, al escucharla, ya no dice o dice nada.

La luz no es luz porque se enciende sino porque se apaga. Así es porque así ha sido. Descubrimos el sabor cuando tenemos hambre. Abrazamos el retrato del que ha muerto. Escribimos del amor en una lápida. Lo que sentimos solo es dicho cuando no sentimos. Dios existe porque ha muerto. Y mi nombre será dicho cuando sea tarde.

La luz no es luz porque se enciende sino porque se apaga. No lo dude, está bien dicho. Avancemos. No pensemos en el cuándo. Dicho esto, déjeme contarle que leí una vez sobre mongoles que arrancaban la piel sin matar al hombre. Creo que era un tipo de tortura. Observé incluso unas imágenes. Lo poco que sé de humanidad, confieso, lo aprendí mirándolas. Ni usted ni yo, por cierto, estábamos en ellas.

La luz no es luz porque se enciende, sino porque se apaga.

Admitámoslo ya: no nos hemos visto.

La luz no es luz porque se enciende.

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