jueves, 23 de febrero de 2023

Una cabeza dentro de otra cabeza.


Una cabeza dentro de otra cabeza.

Lo descubrimos por casualidad.

Se la había partido luego que le cayera una estructura metálica y sangraba profusamente.

Mientras llegaban de emergencias intentamos limpiar la herida.

No solo vimos un corte en la superficie de la piel, sino que apreciamos cierta separación en el hueso.

Yo no lo aprecié en primera instancia, pero otro de nosotros sí.

Dijo que le parecía haber visto un ojo dentro de la cabeza que intentaba mirar fuera.

Obviamente no se trataba de un chiste, pero tampoco podíamos tomar aquello seriamente.

Asumimos, por tanto, que era una imagen producto de la tensión.

Sin embargo, sorprendidos por la extraña observación, algunos intentamos mirar dentro.

El herido, mientras tanto, apenas estaba consciente y no comprendía qué es lo que investigábamos.

Como seguía sangrando resultaba difícil mirar dentro.

De todas formas, el que había visto el ojo dentro consiguió sacar una foto, con su celular.

La amplió hasta el punto que a todos nos pareció incuestionable.

No era solo un ojo, sino otro rostro el que había dentro.

Otro rostro en otra cabeza.

Y parecía querer salir desde donde estaba.

Mientras intentábamos separar el hueso para ver mejor llegaron los de emergencias.

No le dijimos nada del asunto, pero ellos nos miraron como si sospechasen algo.

Tal vez todos teníamos otra cabeza dentro, pensé, pero era algo que debía mantenerse en secreto.

Llenamos los formularios y declaramos brevemente ante un par de carabineros que llegaron junto con la ambulancia.

Ninguno de nosotros mencionó lo que había visto.

El de la cabeza abierta estuvo unos días internado, pero al final quedó como antes.

Además, nunca llegó a saber lo que vimos dentro suyo.

De hecho, nosotros mismos -los que habíamos visto-, no volvimos a hablar sobre aquello.

Y es que se vive mejor, supongo, de esa forma.

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