sábado, 25 de febrero de 2023

Nadie quiso acompañarme a Optina.


-Mi caso es distinto -dijo-. Nadie quiso acompañarme a Optina.

Esa fue la última frase de una larga conversación que había escrito en un relato que perdí, y del cuál he encontrado estos días la última hoja.

En dicha hoja, hay un par de párrafos y la parte final de un diálogo que al parecer venía desarrollándose desde antes.

Los personajes que hablan son de género masculino, al parecer de edad avanzada, pero no recuerdo quienes son ni identifico otras características.

Ninguno de ellos es el narrador, que de todas formas parece ser un personaje que está presente al momento de desarrollarse esa conversación (de la cuál no participa).

He intentado recordar de qué iba ese relato, pero no lo consigo.

Cuando se menciona a Optina, por cierto, en el relato, se hace referencia a un antiguo monasterio, al cuál habrían ido en momentos cruciales algunos importantes escritores rusos, entre ellos Tolstoi y Dostoievski.

De todas formas, no creo que en el relato se haya hablado de ello, mayormente.

Recuerdo que leí, probablemente en esa época, unas cartas de Soloviov, el teólogo que acompañó a Dostoievski al monasterio de Optina, luego que el hijo pequeño de este último muriese antes de cumplir los tres años.

En esas cartas, Soloviov menciona tangencialmente aspectos de ese viaje, describiendo por momentos a Dostoievski y comentando brevemente algunas conversaciones que sostuvieron.

Eso es, al menos, lo que recuerdo.

Ahora, sin embargo, me encuentro ante esa hoja final de un relato que he perdido y olvidado y que, extrañamente, no deja de inquietarme.

Y es que la voz de ese personaje a quien nadie quiso acompañar, parece lanzar una acusación que me hace sentir, de cierta forma, culpable.

Nadie quiso acompañarme a Optina, me digo entonces, antes de botar aquella hoja.

Pero mi caso es distinto.

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