sábado, 11 de febrero de 2023

Resulta amable.


Resulta amable, cuando el agua cae suave.

Aún incluso si cae bruscamente.

Al menos para mí -aclaro-, resulta amable.

Y es que es amable, en el fondo, que el agua caiga.

No digo sobre mí ni sobre usted, ni siquiera sobre el mundo.

Resulta amable simplemente que el agua caiga.

Que se venga abajo, digamos.

Que su peso la arrastre.

Que su cuerpo de gota la lleve consigo.

Sí: resulta amable cuando el agua cae.

Amable porque se hace presente.

Porque no se deja atrás.

Porque a diferencia de uno se trae siempre puesta.

Porque no sabe sostenerse de algo que no es ella misma.

Porque no se fuerza a colgar del cielo como un ahorcado.

Sin duda es amable el agua cuando cae.

Cuando se dispersa y florece sin importar que se estrelle contra qué.

Cuando no teme disgregarse pues sabe que siempre será ella misma.

Y que tarde temprano volverá a reunirse y caer.

Y ser libre entonces, de la forma más pura.

Aprendamos mejor, del agua.

No a ser agua, pues eso, claro está, nos es ajeno.

Aprendamos más bien a resultar amables.

A caer sin miedo y a llevarnos siempre con nosotros.

Ser amables, entonces, como el agua al caer.

Alguien siempre recogerá el guante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales