lunes, 13 de febrero de 2023

Alguien se fugó de mi prisión.


Alguien se fugó de mi prisión y no fui yo.

Fue hace unas cuantas noches.

Lo observé nervioso, fingiendo estar dormido.

Tuve miedo toda la mañana, pero nadie se percató.

Ya en la noche, intenté delatarlo, pero se burlaron de mí.

Muchos libros, me dijeron.

Llevas a tu celda muchos libros.

Yo expliqué que no era así.

O sea, sí llevaba libros, es cierto… pero la fuga era otra cosa.

Nada tiene que ver una cosa con la otra, les dije.

Ellos seguían burlándose.

Desde el otro lado de los barrotes ellos se burlaban.

Tal vez salió de uno de tus libros, me decían.

De seguro caben dos o tres en ese, dijo uno de los guardias, apuntando a uno de Foster Wallace.

No es así, les dije, dormía en la litera de abajo.

¡Tú duermes en la litera de abajo!, me gritaron.

No es así, intenté explicar, siempre he dormido en la de arriba.

Es verdad, comentó uno de ellos, recordando. Duerme en la de arriba.

Por un momento me pareció que dudaban.

Puedo decirles el nombre, sus datos, la forma en que escapó... les dije.

Puedo decirlo todo fácilmente.

Pues preferimos no saber, me dijeron, finalmente.

Y cuidado con seguir contando esa historia que luego nos trae problemas, agregaron, amenazantes.

Guardé silencio.

Los observé irse.

Luego observé mis libros.

Tenía tres o cuatro a medio terminar.

Dos que no se dejaban leer y unos quince, aproximadamente, que ya había terminado.

Solo me dejaban tener veinte, por cierto, ahí en la celda.

Al menos no les confesé el procedimiento, me dije, mientras recordaba lo ocurrido.

Volví a leer.

Me sentía un poco torpe.

Ya ves lo que pasa por ser honesto, me decía un personaje desde El rey pálido.

Con otras palabras, tal vez, y no necesariamente a mí, pero eso es lo que decía.

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