sábado, 4 de febrero de 2023

El fuego es injusto con las cosas.


El fuego era injusto con las cosas. Así lo pensaba P. No injusto porque las quemara o las volviese cenizas, explicaba, sino porque no hacia distinciones en la ejecución. Yo nunca pude entender totalmente su postura, pero para explicarla hacía referencia al diario de un verdugo escrito en el siglo XVIII, donde este reflexionaba sobre la necesidad de buscar la forma correcta de llevar a cabo la reducción de otro. Por reducción ciertamente, se refería al acto de dar muerte a otro ser.

-Dentro de ese diario -decía P.-, hay un sinnúmero de acercamientos al tema del fuego, como medio a través del cual lograr la reducción… sin embargo, el verdugo termina desestimándolos...

Luego de esto, P. nos explicaba que existía la necesidad de perseverar en este ámbito, pues si bien el fuego era sin duda injusto con las cosas, era al mismo tiempo el medio llamado por naturaleza a ejercer la justicia más severa.

-Lamentablemente -explicaba P.-, es cosa de perseverar en esta búsqueda de justicia y entonces el mundo cuestionará tus acciones y se detendrá en el daño más que en la nobleza de aquello que persigues.

El árbol encendido con un fuego verde, nos decía. Ese es el ideal al que debemos aspirar. El mar con un fuego azul, el aire atravesado por un fuego que deja también pasar a luz… Esta es la única manera de purificar al propio fuego, señalaba.

No obstante, a pesar de su insistencia, no lograba comprender plenamente a qué se refería, como confesaba en un inicio.

-Si no me explico bien quédate con la idea central -me dijo P., la última vez que hablamos sobre esto-. El fuego es injusto con las cosas. Quédate con eso y repítelo. Luego de un tiempo, ya verás que la comprensión llega por sí sola.

-¿Y si no llega? -pregunté.

-Pues si no llega no importa -me dijo-. Piensa simplemente que tal vez, por otras razones, no tenía que llegar.

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