sábado, 24 de septiembre de 2022

Santo.


I.

Todo puede convertirse en santo, si le rezamos lo suficiente.

Personas o cosas, por igual.

Así, el milagro ha de llegar, aunque sea por insistencia.

No lo digo yo, a ciegas.

Son simples probabilidades.


II.

Yo mismo conocí un santo, de hecho.

No aprecié el milagro, es cierto, pero confié en su origen.

Me gustaría contarles, pero lo cierto es que él me pidió que no lo hiciera.

Llovía, cuando me lo pidió.

Cocinábamos, junto a su esposa, una sopa.

Comimos y conversamos, esa vez.

Luego me dormí y desperté de madrugada.

Nunca volví a verlo.


III.

No es por milagro que vuelvo a saber del mundo o de ella.

El camino hacia la honestidad tiene siempre curvas extrañas.

La caída del rayo en la palma de tu mano.

La muerte de tu madre por una enfermedad improbable.

Todo eso despedaza, es cierto, pero no despedaza en sí.

Me refiero a que impacta siempre en una fisura, y desde ahí desgarra.

Mis fisuras, lo sé, están en las palmas de mis manos.

Y el rayo puede convertirse en santo, si le rezamos lo suficiente.


IV.

No abras los ojos, baja el agua.

No le temas al silencio ni a la habitación que se ha vaciado.

La voz del corazón no sabe lo que dice.

Habrá y no habrá tormenta, aunque digan lo contrario.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales