sábado, 17 de septiembre de 2022

Como un nido.


¿No me explico bien?

¿Lo explico de otra forma?

Pues bien, ahora lo hago:

Digo que el corazón es como un nido.

Sí, escuchaste bien.

Digo que el corazón es como un nido.

No que es un nido.

Lo aclaro de inmediato para que no te confundas.

Para que no malinterpretes…

Lo aclaro y lo repito, aunque pueda molestar:

Digo que el corazón es como un nido.

No que es un nido.

Por otro lado, tampoco hablo aquí de la función.

No es de eso, de lo que estoy hablando.

Yo hablo más bien de la forma en que está hecho el nido.

A la manera en que lo hemos construido.

Porque lo hemos construido, sabes.

No nos viene por defecto.

Y esa es, en parte, la clave de la imagen.

Por esto, te advierto: no lo pienses como llega a la mente.

No recibas el nido de esa forma.

No tal cual, al menos.

Borra mejor esa imagen.

Bórrala si puedes.

Olvídate también de los pájaros y de los huevos.

Piensa, así, en un nido solo.

Ni siquiera vacío.

Piensa en un nido, sin más.

Y luego, si hay tiempo, en un corazón como ese nido.

¿Lo tienes?

¿Seguro que lo tienes?

Pues bien, eso es lo que digo.

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