martes, 20 de septiembre de 2022

Ella nadaba con medusas.


I.

Nadaba con medusas.

En ese entonces nadaba con medusas.

Hablo de ella, por supuesto.

No de mí.

Corrijo entonces.

Ella (y no yo) nadaba con medusas.

Dicho está.


II.

Otro aspecto a aclarar:

No nadaba (ella) al unísono con las medusas.

Me refiero a que no se trataba de calcular sincronías
ni de realizar movimientos coreográficos.

Ella nadaba y en el mismo lugar (en ese instante) nadaban medusas.

Lo del lugar, por cierto, aceptando matices.

Y es que el agua, siempre en movimiento, no sé si constituye propiamente
un lugar determinado.

Así y todo, solo lo digo para evitar imprecisiones.

Respecto al tiempo, sin embargo, no hago aclaración alguna.

Con el tiempo no me complico.

Eso ya es, sin duda, otra cosa.


III.

Tocó algunas, mientras nadaba.

Conscientemente, pero sin buscarlas.

Ella (aclaro) fue quien tocó.

Y lo tocado fueron medusas.

Pequeñas medusas.

No recibió daño por ello.

Ni el más pequeño de los daños.

Es decir, tiempo después le descubrieron daños en las manos.

Microfracturas en falanges y en el metacarpo.

Trizaduras, incluso.

Pequeñas fisuras.

Pero nada tenían que ver (supongo) con aquellas medusas.

Solo lo menciono, para no ocultar información.

Para no oscurecer, lo que conozco.


IV.

Vi imágenes de ella, nadando con medusas.

Una, sobre todo, es muy bella.

Principalmente por la luz del sol, que entra en el agua
y parece entonces atravesarla a ella
y a las medusas.

Poco más sé de ella, además de lo que muestran las imágenes.

Solo visualicé esos archivos, digamos.

Fotografías, una carta sin destinatario y un grupo de radiografías
de sus manos.

En la radiografía, extrañamente, también la luz
parecía atravesarla.

Ella nadaba con medusas.

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