viernes, 16 de septiembre de 2022

Aquellos que bajan la montaña.


Esos hombres que bajan la montaña.

¿Los ves?

De seguro los ves.

Es algo así como el final, si los miras.

Da lo mismo su edad, su energía.

De igual forma vienen bajando la montaña.

Piensan, seguramente, en lo que hay bajo ella.

En tareas pospuestas.

Rutinas que han retomar.

Terrenos planos donde estar, luego de bajar la montaña.

Solo abajo, entre los otros que no ha subido, recordarán la cima.

Hablarán de ella.

Mostrarán fotografías.

Referirán anécdotas.

Ninguno pensará en lo absurdo de bajar la montaña.

No de subirla, sino de volver otra vez al lugar de inicio.

Usar la cima como una curva.

Como una lejana y difícil estación de paso.

Para luego bajar, nuevamente, hasta lo que consideran su origen.

¿Lo ves?

¿Ves esos hombres bajando la montaña?

De seguro los ves, es cierto.

Ahora regresan a su vida.

Su vida diaria, como dicen.

No somos nosotros, por suerte.

Si te fijas bien, no somos nosotros.

No digo que eso sea bueno o malo, de por sí.

Nosotros, de hecho, ni siquiera hemos subido.

Pero eso no me aleja de ver con lástima a aquellos que bajan la montaña.

A aquellos que renuncian a dar un verdadero vuelco, en la cima.

No somos nosotros, por suerte.

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