miércoles, 29 de junio de 2022

Una pregunta hipotética.


M y F están sentados frente a frente. Llevan un rato hablando mientras toman un café en el casino de la universidad. Por su apariencia no sabemos si son profesores jóvenes que trabajan en el lugar, o estudiantes que cursan -probablemente con retraso-, su último año de carrera.

-Si me lo preguntan -dice M.-, yo diría que el problema se origina al incorporar algunos conceptos equivocados, o con una base falsa… por ejemplo, cuando se habla del grado de desorden de la materia.

-Pero no te lo preguntan, ¿cierto? -dice entonces F.

-No, no me lo preguntan -admite M.

Guardan silencio un momento. Supongo que están planeando qué decir, pero lo cierto es que no parecen realmente interesados en el tema. Hablan de la misma forma en que toman su café mientras lo acompañan con unas galletas que ambos van sacando de una porción que comparten. Me refiero a que toman café y comen galletas porque es lo que se hace, mayormente, a esa hora en el casino. Y hablan, entonces, siguiendo el mismo principio.

-No se trata solo que no me pregunten a mi algo específico -dice entonces M., retomando la conversación-. El punto es que hablar del “desorden de la materia” como un principio que puede establecerse con parámetros definidos y no simplemente comparando dos posibles órdenes diferentes, es sin duda una respuesta sensata a una pregunta que busque indagar en el verdadero origen del problema…

-Pero no te lo preguntan, ¿cierto? -vuelve a decir F.

-No, no me lo preguntan -vuelve a admitir M.

Luego de esto, se quedan nuevamente en silencio hasta que deciden, tácitamente, abandonar el lugar. Sobre la mesa, por cierto, queda una última galleta.

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