lunes, 6 de junio de 2022

Nieve, bajo el agua.


De pequeña, ella pensaba que la nieve que caía sobre el agua se hundía lentamente, hasta que el fondo se cubría por completo y nevaba también, para los peces.

Así me lo dijo y se lo comentó también a todos.

Con esas mismas palabras, me refiero.

Tranquila, segura y aparentemente orgullosa de aquello que ella misma adjudicaba a su sensibilidad e ingenuidad.

He luchado por no perder eso, decía.

Luego presentaba sus relatos y dibujos.

Y claro, nosotros observábamos.

¿Qué observábamos?

Fácil:

Todo aquel mundo submarino cuya belleza no sobrevivía en la superficie.

Tal vez por eso nos gustaba.

Y tal vez por, incluso, llegué a escribir un par de historias propias, en un mundo semejante.

Fue entonces que nos conocimos.

Y hablamos entonces, de ese mundo inexistente donde la nieve podía existir al fondo del agua.

Ambos nos mentimos, por supuesto.

Pero sabíamos que mentíamos.

Y fingimos creer que nuestras palabras se aposaban en algún sitio.

Igual que ocurría con la nieve, bajo el agua.

No ocurrió esto, sin embargo.

Bajo la piel, no se aposan las palabras.

Y todo es piel. O casi todo.

Así, ocurre que sabemos lo que somos, pero jugamos a olvidarlo.

No hay nieve, bajo el agua.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales